Una mujer en situación de prostitución por Navidad

Elizabeth López Caballero

Elizabeth López Caballero

Navidad, dulce Navidad. Sí, pero también, en ocasiones, amarga. Se nos vienen fechas de reuniones familiares y temas vetados. Todos sabemos que hay algunas cuestiones que no se deben tocar en determinados encuentros, por aquello de no herir sensibilidades o, sencillamente, para tener la fiesta en paz. Otrora, uno se atrevía a tener conversaciones controvertidas con familiares y amigos en las que, como mínimo, uno salía con puntos de vista nuevos que lograban -o no- sumarte, pero en la diversidad estaba el enriquecimiento.

De un tiempo a esta parte, cada vez son más los temas que hemos relegado al cajón del olvido para no crear asperezas con la gente que queremos, pues se nos está volviendo la piel muy fina. Yo, por ejemplo, he aprendido a no hablar de feminismo ni de prostitución porque cuando lo hacía, o no explicaba bien mis argumentos, o los oyentes entendían lo que les daba la gana, pero al final todas las conversaciones concluían con un «Es que la extrema izquierda está haciendo mucho daño» -como si la extrema derecha no- (sic). De seguir así, auguro dos tristes finales: o quedaremos solo con la gente que comparta nuestros ideales o terminaremos abotargando nuestro intelecto con conversaciones vacías fuera de todo debate.

¿Esta perorata qué tiene que ver con el título del artículo?, se preguntarán. Hace unos días, el Ejército de Tierra llevó a la Fiscalía la investigación de un chat de WhatsApp de unos 70 participantes, todos hombres, en el que sorteaban los servicios de una mujer en situación de prostitución. Antes de continuar quiero explicar la diferencia entre prostituta y mujer en situación de prostitución. Con el primer concepto estamos argumentando que esa es la única -e inmutable- condición de la mujer; en cambio, con la segunda expresión nos referimos a un momento determinado o a una situación que se puede revertir y cambiar en el tiempo. En palabras de Condillac (1947): «El arte de razonar se reduce a un lenguaje bien hecho». El objetivo del sorteo era recaudar fondos para las fiestas de la compañía del Día de la Inmaculada. Las fuentes que pusieron en conocimiento de sus superiores la existencia de este chat arguyeron el tono machista y vejatorio con el que se dirigían a la mujer. Para más inri, el cartel que anunciaba la rifa (con fotografías de la joven) estaba colgado en la cantina del cuartel. Tanto sargentos como cabos niegan tener conocimiento de dichos hechos, debe de ser que no pasaban por la cantina (!).

No sé si se percibe la gravedad del asunto. Ya no estamos hablando de comprar a una mujer para satisfacer el ego masculino sintiendo que tienes el derecho de hacer con ella lo que te dé la gana porque has pagado (les aseguro, por los testimonios de las mujeres en situación de prostitución, que los puteros no van a hablar ni a tratarlas con cariño, van a ejercer su misoginia: punto), sino de cómo se sienten con la impunidad de sortear a una muchacha como quien rifa un oso de peluche. Así, sin sentimientos ni emociones, con la única función de entretenerles. Ese es el concepto que tienen muchos hombres de las mujeres que, por las razones que sean, están explotadas sexualmente: están desprovistas de dignidad, emoción, sentimientos o vida propia más allá de ser un vehículo para el placer masculino, ya sea sexual o moral.

Sin embargo, a pesar de acontecimientos como este, que tristemente son más frecuentes de lo que pensamos, cada vez que se legisla a favor del sexo femenino, lo único que escucho son quejas y lamentos porque, claro, «esta persecución contra los hombres tiene que acabar». Les recomiendo que, si alguien sigue teniendo dudas acerca de que la igualdad todavía está en pañales, vuelva a leer el artículo.

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