Si tu ojo derecho te escandaliza…..

Juan José Company Orell

Juan José Company Orell

Si cual personaje del Cyrano de Rostand, un selenita cayera de pronto en nuestra parcelita terráquea, con toda seguridad que se formaría una imagen de una sociedad que vive a las mil maravillas, sin problemas, una especie de arcadia feliz, tan es así que en ella las clases dirigentes, aburridas ellas por no tener cuestiones urgentes que resolver dada la placidez de la que gozan sus súbditos, se dedican a legislar sobre simplezas, simplerías o simplonadas; que si un listado de tipos de familia, que si una zarigüeya puede considerarse animal de compañía y así hasta el infinito y más allá.

Por lo visto y en penúltimo lugar, ahora van a considerar criminógenas y sancionables las miradas impúdicas; tal parece que impudicia es sinónimo de deshonesto y uno se pregunta cómo van a establecer las especificidades de esos conceptos entre filosóficos y bíblicos en las miradas de las personas, pues es de esperar que siendo así que todos los humanos, varones o no, tienen ojos y a través de ellos miran, la norma correctora se referirá a todas las miradas, las lance quien las lance, o será que por ventura solo se tendrá por mirada impúdica la que dirija un poseedor de cromosomas masculinos pero no a quien posea doblemente el cromosoma X; no menos importante será el determinar quién será el «entendido» juzgador de miradas, que cual sexador de pollos pueda determinar qué mirada puede encasillarse en el tipo delictual legislado como «impúdica» y cuál no; y sobre todo cuál será la penalidad de esa, así cualificada, mirada impúdica, y si será la misma para el que la realice con los dos ojos o disminuirá la pena si la impudicia visual la lanza a través de un solo ojo, por tener el otro cerrado o por haberlo perdido de forma desafortunada en su juventud.

Se dice que en un programa de radio que dirigía un joven profesor adjunto universitario, luego devenido en líder carismático, se hablaba de miradas lujuriosas lanzadas por el antes citado y, según aquel, provocadas por una compañera de tertulia, quizá por aquella razón se ha preferido preferir para la nueva norma lo de impúdico, no sea que se perpetre un desmerecimiento a los derechos de autor, aún cuando el calificativo de «lujuriosas» pareciera más adecuado al caso.

Es una lástima que el Maestro Curro Romero, a sus ya muchos años, ya no esté para pejigueras de esta guisa, pues él era un experto en miradas, sobre todo de morlacos, son famosas sus «espantás» porque «el toro me ha mirao mal»; así que habrá que proveer una nueva generación de entendidos en miradas; en las escuelas de técnicas de la visualización o de formación profesional se deberá crear un Master en miradas, sus variantes y calificaciones. Y es de suponer que tras las miradas impúdicas serán igualmente sancionables las miradas de odio, las de desprecio, las socarronas, las humillantes, qué decir de las miradas torvas y de esas tan españolas, las de cachondeo, pues será entendible que detrás de todas esas miradas, seguramente también se considerará por los legisladores de esa nueva norma, se esconderían personalidades aviesas y por demás asociales, merecedoras de vigilancia estricta y condena inmediata a las galeras sociales y hasta carcelarias.

Tal parece que a partir de ya habrá que ir, como los obreros de la Metropolis de Fritz Lang con la cabeza gacha en evitación de complicaciones o malas interpretaciones de ojeos varios. Stallone en su película Cobra, se ponía unas gafas de sol que ocultaban su mirada y por ello dejaban esa mirada en la oscuridad; es de suponer que los ópticos en particular y los bazares chinos en general van a hacer su Agosto vendiendo esas gafas de espejuelos que ocultan las miradas para así no poder ser acusados de alguna mirada inconveniente, con los tiempos que corren, aunque también es posible que ese tipo de anteojos sean prohibidos por los Esquilaches de nuestro tiempo.

En algunos lugares de cultura distinta han solucionado el asunto de las miradas lujuriosas, perdón; impúdicas, referidas a las féminas, sencillamente recurriendo al tapado de las mujeres en su totalidad bajo vestimentas que no permiten en absoluto ese tipo de miradas, sean lujuriosas, impúdicas o simplemente curiosas, a menos que se posea una imaginación verniana y por demás calenturienta, pues es sabido que no se puede «mirar impúdicamente» lo que no se percibe con claridad; out of sight, out of mind.

Es curioso observar cómo los que se dicen alejados de toda creencia religiosa son tan sumamente seguidores de Mateo, 5,29; cosas veredes que faran fablar las piedras.

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