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Juan José Company Orell

Sexualidad parlamentaria

Llega a mis ojos y oídos un sucedido en la asamblea de Madrid cuando una electa en aquella cámara se dirige a otro electo con la siguiente sentencia final «las relaciones sexuales que Usted mantiene no son buenas, no son sanas, y más que nada ni siquiera saben f_____»; me abstengo de escribir al completo el verbo utilizado aquella representante del poder autonómico por mor del necesario decoro de estas páginas, pero les dejo a Ustedes el rellenar las restantes cinco letras del verbo utilizada por Su Señoría, que fácilmente podrán adivinar.

Ya es sabido que los parlamentarios de todo tipo y color están más por el slogan, la frase afortunada o el acudit que les garantice diez segundos en el telediario o quince palabras en el periódico, siempre alejados del parlamento (esta vez en la cuarta acepción del diccionario de la RAE) inteligente, adecuado al asunto, duro si se tercia, acerado si es preciso, pero siempre respetuoso no tanto con el adversario sino con los ciudadanos allí representados; ese debiera ser el modo de conducirse de todo representante popular y no otro.

Es conocido al tiempo el grave deterioro y hasta un grosero olvido que existe entre nuestra clase política, salvo algunas demasiadamente escasas excepciones, ya no en el noble arte de la dialéctica, de la oratoria y hasta en el simple fraseo sino en el uso, para mí fundamental, de un elemento de máxima necesidad, por lo que se ve: la educación. Desconozco si el destinatario del comentario crítico-sexual mantiene pobre calidad, falta de suficiencia o pericia en sus relaciones intimas o si se dedica a prácticas sexuales poco sanas con su pareja, parejo o pareje, igual desconocimiento mantengo en cuanto a la experiencia en el refocile sexual y demás practicas de tal departamento de la interpelante-acusadora como para poder hacer un juicio de valor tan drástico y con tanta exactitud, pero tengo para mí que lo que hace la gente, de cintura para abajo, entre mayores, con consentimiento y en su ámbito más privado no debiera formar parte de lo que se conversa en un parlamento ya que a nadie debiera importar, pues esos comentarios tienen mejor ámbito en la barra de un bar o discoteca y tras consumir unas pocas o unas muchas copas o quizá alguna que otra ayuda para la alegría. Viene ni que peripintada la anécdota que contaba el grande Luis Carandell en su obra Se abre la sesión en la que cuenta que al Diputado Gil Robles se le espetó desde la bancada opuesta aquello de «Su Señoría es de los que todavía llevan calzoncillos de seda», a lo que el interpelado con el comentario respondió al comentarista en estoico torero con un «no sabía que su esposa fuera tan indiscreta». Como se ve se puede incluso ofender con elegancia, sentido del humor y buen tino, sin bajezas, ni zafiedades.

Los que descuidan esa necesaria urbanidad cuando ocupan un lugar en una institución pública, olvidan la consideración del escritor y científico alemán Lichtenberg, quien mantenía que cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto; por ello nuestros representantes políticos, sea su nivel el que sea, deben trabajar el ganarse ese respeto de los que obedecemos, que no forma parte del pack de tablet, agenda, acreditación y bolígrafo que se les otorga a esos representantes cuando juran su cargo; ese respeto, como en otros muchos casos, hay que ganárselo día a día, actuación a actuación y convendrán Ustedes conmigo que en ese sentido nuestros políticos, honor y gloria a los que no puedan quedar aquí incluidos, no nos lo pone muy fácil.

Hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacerse es no despegar los labios, la idea nos es de este escribidor sino de un tal Abraham Lincoln, que algo de la política debía de saber; yo ahí la dejo por si fuera de mejora en algunos, algunas y algunes diputados en su palabreo diario y para disminuir el sufrimiento de los que nos vemos en la obligación de sufrir sus orales ocurrencias.

Nuestros representantes políticos, que olvidan con demasiada alegría que están ahí exclusivamente porque los ciudadanos les han elegido, debieran tener como norma de obligado cumplimiento el no avergonzar a todos sus representados, que no son solo los que les han votado sino todos los que conforman la soberanía nacional. Un poco de sobriedad por favor.

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