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Fernando Toll-Messía

Putin y Trump tienen problemas

El pasado dieciocho de septiembre anticipaba en esta columna que Jerson sería el cisne negro de Putin. Lo que no preví es que el bofetón sería por partida doble. En los morros de Putin, pero también en los de su amigo Donald Trump.

Me explico. La retirada de las tropas rusas de Jerson augura no sólo la caída de Putin, sino que coincide curiosa y estratégicamente con la debacle del partido republicano en las elecciones de medio mandato. Lo voy a elaborar un poco más.

Los grupos prorrusos de Telegram no tienen desperdicio. Cotillearlos es una experiencia cósmica. Aunque te creas que lo has oído todo, leerlos te descubre otra dimensión. Un club de chiflados militaristas nacionalistas que quieren dominar el mundo. De entre las muchas cosas que tienen en común, la más llamativa es la esperanza de que Trump gane las lecciones de 2024 para que EE UU salga de la OTAN y Rusia pueda invadir Ucrania, Moldavia y los países bálticos.

Sus integrantes no son muy dados a informarse fuera de canales estatales, por lo que no previeron el efecto que tendría en las aspiraciones del Partido Republicano la decisión del pasado 24 de junio de la Corte Suprema de EE UU de revocar el derecho constitucional al aborto.

Biden supo jugar muy bien las bazas de etiquetar a los republicanos como «extremistas MAGA» (acrónimo de Make America Great Again y grito de guerra de sus exaltados seguidores), elevar a categoría de preocupación nacional la deriva de recortes de derecho civiles en que ha caído el Tribunal Supremo (Trump nombró en un solo mandato el treinta y tres por ciento de sus integrantes que desempeñarán su trabajo hasta que fallezcan) y resaltar las amenazas al proceso democrático por parte de los candidatos republicanos que siguen negando el resultado electoral de 2020. Un 80 por ciento de ellos.

Los prorrusos tampoco deben leer la web de Associated Press, la cooperativa de noticias más prestigiosa del mundo, que detectó que las principales preocupaciones del votante estadounidense se concentraban en los siguientes porcentajes: el 31 por ciento señalaba la inflación (que Biden ha reducido al 7,7 por ciento mediante la Ley de Reducción de la Inflación), el 27 por ciento mencionó el aborto y sólo el once por ciento estaban preocupados por el crimen y la violencia armada. Es decir, la seguridad. El mantra republicano. El muro de Trump.

Tampoco debieron enterarse de que los habitantes de Kansas votaron el 2 de agosto por un margen de dieciocho puntos por el derecho al aborto. Los republicanos reaccionaron rápidamente mediante un memorando de septiembre de la presidenta del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel, advirtiendo a los candidatos de «pasar» rápidamente del aborto a otros temas que fueran mejores para los intereses del partido. No obstante, no advirtieron sobre otros temas espinosos y el republicano de Michigan John Gibbs siguió predicando su teoría de que Hillary Clinton participaba en rituales satánicos.

Los que sí tomaron nota de lo mal que iban a irles las cosas fueron Putin y su discípulo Donal Trump quien, enfurecido por la favorable cobertura mediática del gobernador republicano de Florida Ron DeSantis, un trumpista light que se postula como su sucesor, comenzó a llamar a los candidatos para decirles que anunciaría su reelección presidencial para 2024. También presionó a los candidatos y líderes del partido para que aceptaran sus afirmaciones falsas de que las elecciones fueron «amañadas y robadas». Tampoco se cortó a la hora de tildar al líder republicano del Senado Mitch McConnell como «un saco total de mierda» e incluso le puso un apodo racista a su esposa de ascendencia taiwanesa.

Los peores resultados republicanos del siglo XXI en las elecciones de medio mandato ya tienen su efecto. «La única cosa en la que los demócratas no están equivocados, y en realidad fueron bastante inteligentes: cada vez que Trump es el centro de la conversación política, los republicanos tenían un problema en las encuestas», dijo Holmes, el asesor de McConnell.

Y algo parecido le pasa a Putin. El medio ruso estatal, sí, estatal, no ucraniano, Svobodnaya Press, reproduce datos del INE ruso Rosstat, en el que reconoce que «toda la economía de la Federación Rusa se está derrumbando, y solo reformas rápidas y radicales asociadas con un cambio completo de prioridades, principalmente sociopolíticas, pueden detener este proceso». La recaudación por IRPF ha caído en octubre un 26 por cien, la del IVA un 39 y uno de los motores rusos como la ingeniería mecánica más del 40, mismo porcentaje que la demanda inmobiliaria. Datos que confirman el acierto de las políticas occidentales sancionadoras contra Rusia.

Y como las malas noticias nunca vienen a requerimiento, la situación de ambos se verá agravada por lo que el pasado día 13 publicó el Daily Mail, consistente en que occidente ha presentado a Putin los términos para su rendición. Pasan por devolver todos los territorios ucranianos, incluso los ocupados desde 2014, y hacer de Crimea un territorio desmilitarizado y no renegociar la entrada de Ucrania en la OTAN hasta 2029. Y permitirle que se mantenga en el poder. Su círculo íntimo lo ve bien porque saben que la reconquista ucraniana de Jerson es el principio de una larga agonía. La de los dos personajes más repugnantes del siglo XXI, añadiría.

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