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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Trump decae de padre a padrino

La izquierda timorata es la culpable de haber convertido a Donald Trump en el máximo referente planetario. Una vez establecida la jerarquía, solo cabe esperar a que acabe el recuento de las legislativas estadounidenses en algún momento de 2023, para decretar que el monstruo favorito de la humanidad ha declinado de padre a padrino, aunque quiera volver a la presidencia. Fue Silvio Berlusconi quien lo vio primero, pero cuando Hollywood adapta Profumo di donna, se convierte en una película estadounidense que borra sus precedentes.

A fuerza de tanteos y tropiezos, se aprende que no todas las ultraderechas son iguales. Kari Lake, la feroz y fallida candidata de Trump a la gobernación de Arizona, destaca públicamente en su líder la «big dick energy» o «energía del pene grande», pero no en la forma «penis». La virilidad de la antigua periodista de la Fox todavía resultaría ofensiva para la extrema derecha española, donde Macarena Olona emprende religiosamente el camino de Santiago Apóstol para liberarse del cepo de Santiago Abascal. Tal vez Vox ha de introducir el «dick» en su «dickcurso», o quizás los bravíos candidatos estadounidenses deberán moderarse a riesgo de que Trump siga retorciendo a su enemigo íntimo Ron DeSantis en Sanctimonious o «mojigato». En cualquier caso, ¿no habíamos convenido que la extrema derecha nunca dudaba ni transaccionaba?

Costará curar la decepción del progresismo, palpable cada vez que la ultraderecha de matriz trumpista no corona las cotas que se le presuponen a su malignidad. El desmoronamiento en las elecciones estadounidenses del padre a padrino, su traslado del ardiente horno a la hornacina gélida, demuestra que al triunfo ultra hay que descontarle el ruido. De hecho, el estruendo de la invasión del Capitolio contrasta con la dificultad de ocuparlo silenciosa y electoralmente. La frustración les enseñara a no desalentar a la mayoría de ultraderechistas, que no empuñan un rifle sino que observan la situación amparados detrás de los visillos. Y en cuanto la extrema derecha aprenda a dudar y a conciliar, habrá que llamarla de otra manera.

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