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Felipe Armendariz

PENSAMIENTOS

Felipe Armendáriz

El comisario Villarejoy su pandilla

Debía ser muy gratificante, en los largos y buenos tiempos, ser amigo del comisario, principal (por supuesto) José Manuel Villarejo Pérez, Pepe. No era solo que te conseguía renovar el pasaporte en un caso de urgencia, Pepe te arreglaba cualquier entuerto, pero sobre todo te contaba «chafardeos», chismes de altas instancias.

La lista de colegas, troncos, íntimos y compadres del famoso policía nacional es interminable: María Dolores de Cospedal; Eduardo Inda; Antonio García Ferreras; Esteban Urreiztieta; Baltasar Garzón; Dolores (Lola) Delgado; Ana Rosa Quintana y su marido Juan Muñoz; Javier López Madrid… Con los nombres de esa cuadrilla se podría llenar un disco duro externo. A todos les aduló, les ayudó, les utilizó y, sobre todo, les grabó. También a muchos les sacó los cuartos, mucho, mucho dinero.

¿Para qué quería Villarejo tantos millones? ¿Para qué le sirve ahora toda esa fortuna? El policía con medallas pensionadas podía haberse retirado hace años. No lo hizo. Siguió con sus tropelías, cuando podía haber vivido como un rey midas jubilado.

A Villarejo le perdieron las nuevas tecnologías y la vieja corrupción. Maldita obsesión por construir una fonoteca del crimen, la traición y la deslealtad.

Porque en esa perversión de la relación policía judicial-magistrados está uno de los aspectos más graves de esta historia. A lo largo de mi vida profesional he conocido a algunos policías y guardias civiles que daban ese perfil de funcionarios honrados, eficaces, solventes, veteranos y con buena información. Sus relaciones con la judicatura y fiscalía eran excelentes y su buen hacer facilitaba al máximo las investigaciones. Elicio Amez y Luis Millón, sin ir más lejos.

Villarejo, la policía patriótica, la cúpula del ministerio del Interior, eran, supuestamente, todo lo contrario. Mentían a los instructores, violaban la ley día sí y día también, usaban medios del Estado para favorecer a millonarios con marrones o al Partido Popular acosado por su suciedad y orquestaban campañas contra partidos democráticos.

No les importaba nada. Ahora andan preocupados porque algunos de sus pecados han salido a la luz pública. Mas la Justicia es lenta.

¡Qué buena novela habrían hecho Pío Baroja, Benito Pérez Galdós o Ramón del Valle Inclán con este caso! Los Episodios Nacionales, pero en negro.

El comisario principal ya ha pasado casi cuatro años en prisión preventiva. No se ha fugado tras quedar en libertad provisional, pero su futuro es la cárcel. Acumulará condenas, que no cumplirá en su totalidad: la Ley limita la extensión de la responsabilidad al triple de la pena mayor.

Su vida ahora es la esclavitud y la precariedad del imputado. Antes coleccionaba audios, ahora reúne piezas separadas.

Otro de los cánceres de este drama es la sospecha de que ilustres periodistas difundieron datos suministrados por Villarejo a sabiendas de que eran falsos. El comisario era un artista de la manipulación. Tenía sus informadores afines y dóciles que le hacían las campañas. La pregunta es si éstos conocían que el pescado estaba podrido.

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