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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

La feliz estampa de Barrionuevo

El periodista que rechazaría una entrevista a José Barrionuevo, que levante la mano y que a continuación se dedique a otra cosa. El problema del texto de El País es la dura competencia con la foto respectiva, porque ninguna palabra torturada del exministro iguala su espléndida fachada. La ortodoxia socialista le ha otorgado la estela del martirio, pero cualquier persona de ochenta años o de setenta incluso envidiará esa estampa deportiva, proporcionada, erguida, sonriente, conjuntada y autocomplaciente. Esta última característica puede apreciarse con más detalle durante la conversación, la corrupción no desgasta.

Los ministros del primer gabinete de Felipe González se sentían tan dotados intelectualmente que todos rechazaron con énfasis la cartera de Interior, una situación que suele resultar en el nombramiento del menos apto. Así llega Barrionuevo a jefe de las policías y del GAL, que es la versión ensangrentada de todos los personajes de tebeo de Francisco Ibáñez. En las referencias al exministro se adjunta que fue «condenado por secuestro», un eufemismo para evitar el atajo de «secuestrador». Esta denominación solo se le aplica a un terrorista con capucha o keffiyah, nunca a un delincuente uniformado. En la misma vena, los independentistas catalanes no son «condenados por sedición», sino golpistas.

La tolerancia empieza por la denominación, pero Barrionuevo no muestra vergüenza ni arrepentimiento de un secuestro que le valió la condena de un Tribunal Supremo con magistrados ultraizquierdistas. De hecho, el feliz octogenario resalta con jovialidad que la víctima Segundo Marey «no era etarra, pero sí que era de ese ambientillo». Mejor todavía, el longevo ministro del Interior presume de bisecuestrador, salvo que en su segunda experiencia «¡era un tipo tan grande que no cabía en el maletero!» Algún día habrá que escribir la historia de los grandes crímenes evitados por imponderables. Todas las personas mueren sin saber exactamente qué les ha sucedido, pero vivir en esas condiciones como Barrionuevo sigue llamando la atención. O tal vez solo nos reconcome la maldita envidia ante un octogenario tan saludable.

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