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Albert Soler

Consejero delegado de Mediaset España

Albert Soler

Limón & vinagre | Paolo Vasile: Gastar en ropa y ahorrar en programación

Paolo Vasile dejará en los próximos días de ser consejero delegado de Mediaset España. Javier Etxezarreta / EFE

Paolo Vasile considera -así lo ha manifestado- que a quien ha trabajado cuarenta años en una empresa no se le puede despedir, lo cual indica que este hombre no sabe en qué mundo vive, será que, con tanta telerrealidad, uno termina viviendo fuera de la realidad. O será un vacile de Vasile. En el mundo capitalista se le despide a uno cuando al patrón le da la gana, y en España más todavía. Agradecido debería estar de que la patada en el trasero no haya sido literal, como es costumbre ibérica. No, si por algo merece Vasile respeto, no es por los más de veinte años que ha dedicado a traer una nueva televisión a los hogares españoles, sino por habernos hecho añorar la vieja. Hasta el blanco y negro he llegado a echar de menos viendo Sálvame.

A lo largo de los años, muchos han pedido la cabeza de Vasile, entre ellos el entonces rey Juan Carlos, sin que nadie la consiguiera. Al final se la ha cortado el mercado, demostrando quién es el verdadero rey. Las cuentas de resultados son un monarca absoluto, nada ilustrado, y además completamente insensible, no le importa decapitar a quien le sirvió fielmente. Ni siquiera trajo Vasile a las mamachichos, eso sí sería algo a valorar, pero éstas desembarcaron en España con la Telecinco primitiva, la de Lazarov. Uno se iba a dormir con las mamachicho en la cabeza, convencido de que existían de verdad y se las podía encontrar al día siguiente en la oficina, haciendo cola en la panadería o sirviéndole un café en el bar, siempre ligeras de ropa. Vasile recogió esta herencia, y le sumó Gran Hermano. ¿Qué podía salir mal?

El vacile de Telecinco fue gastar poco y ganar mucho. Y el de Vasile, vestir muy bien. Lo de gastar en ropa y ahorrar en programación debe de ser característica de los magnates italianos televisivos. Yo también conocí a uno, que me recibió alegre y simpático como solo saben serlo los italianos, vestido tan impecablemente que una sola patilla de sus gafas -calculé- costaba más que todo lo que yo llevaba puesto, incluido el coche con el que fui a la cita. Tras camelarme durante un buen rato, me ofreció participar de tertuliano en alguno de sus programas, asegurando que, puesto que yo debería viajar a cien quilómetros y perder media jornada para salir en antena, sería conmigo «especialmente generoso». Por unos instantes me vi montado en el dólar, nadando entre billetes como el Tío Gilito, solo hasta que me reveló lo que cobraría por programa: 100 euros brutos, pagándome yo el viaje. De no haber sido «especialemente generoso», me habría pedido dinero él a mí. Así hacen televisión los italianos. Así terminó mi aventura televisiva. Así triunfó Vasile en España.

Porque triunfó. A pesar de ser barata, la televisión de Vasile tuvo muchos años de éxitos. Bien es cierto que tuvo la fortuna de caer al lugar adecuado: España. El único país del mundo donde a millones de personas les encanta saber de la vida de gente sin oficio ni beneficio. Más aún: de gente relacionada de la forma que sea con gente que no tiene ni oficio ni beneficio. Ítem más: de gente relacionada de la forma que sea con gente que se relacionó de la forma que fuera con gente que no tiene ni oficio ni beneficio. Y así, sucesivamente, hasta la eternidad. O hasta que los espectadores descubran en otra cadena un entretenimiento más vulgar todavía, como ha sucedido.

Las cuitas de los Jurado, Rociito, Paquirrín, Matamoros y otros de los que ni recuerdo el nombre y a los cuales ni siquiera pongo cara, interesan cada vez menos. El pasado fin de semana asistí impertérrito, como espectador privilegiado, a un resumen de los problemas de Vasile, en forma de conversación entre mi hijo de doce años y mi madre.

- Vaya, a Paquirrín le ha dado un ictus- empezó mi madre al ver sus imágenes en TV. Mi madre es una experta en Mediaset, ya seguía hace unos años las conversaciones que sostenía María Teresa Campos con una planta, y además sin reírse (mi madre, no la planta, bueno, ésta tampoco).

- ¿Quién es Paquirrín, abuela? ¿Ese gordo y calvo?

- Sí, es el hijo de la Pantoja.

- ¿La Pantoja?

- Sí, una cantante que se casó con un torero.

- ¿Con un torero? - risas y vuelta la mirada a la tablet, donde estaba jugando una partida de quién sabe qué. Como para intentar explicarle quiénes son Rocío Carrasco o Jorge Javier Vázquez.

Incluso mi señora madre, como he dicho reputada especialista en el mundo de Mediaset, se ha pasado a la misa dominical de TVE, cuando en su vida ha pisado iglesia alguna. Ignoro si se han producido mutaciones similares en otros hogares españoles, pero aunque sea un solo caso, pasar de ver mamachichos a ver a un señor con sotana celebrando misa en una capilla de la provincia de Albacete, es un fracaso de Mediaset. Algo tendrá que ver Vasile en ello.

Paolo Vasile dejará en los próximos días de ser consejero delegado de Mediaset España.

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