Diario de Mallorca

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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

La manifiesta incomodidad de las derechas ante Aurora Picornell

La impostada declaración de la presidenta del PP Marga Prohens al hallarse los restos de la sindicalista asesinada exhibe por dónde transitan las derechas mallorquinas

El cuadro de Aurora Picornell expuesto en las escaleras de Palau Reial. EP

Es oportuno recordar lo dicho por Mateo Isern (PP) en su etapa de alcalde de Palma. Era la festividad de Todos los Santos, que ya está al caer, y no tuvo mejor ocurrencia que la de manifestar, al indagar si rendiría tributo a los ciudadanos asesinados por los golpistas de 1936, «que cada cual honre a sus muertos». Dejando de lado que, solo sobre el papel, los alcaldes lo son de todos los que están empadronados en la ciudad que gobiernan, Isern expresaba, probablemente sin ser cabalmente consciente, el desdén con el que la derecha mallorquina contempla lo acaecido a partir del 19 de julio de 1936, cuando los militares facciosos, auxiliados por los partidos de la derecha y la fascista Falange, se dedicaron a asesinar a miles de republicanos. La represión en Palma, en la entera Mallorca, alcanzó cotas inauditas. La crueldad con la que se desempeñaron ha quedado firmemente asentada en la memoria colectiva (la maldita memoria que execran las derechas) de los que la padecieron y sus descendientes. Los otros prefieren olvidar, hacer como si nunca se hubiera desencadenado la barbarie vivida a causa del golpe de Estado que anegó a España en sangre. En ambas trincheras, por supuesto, sin duda, pero estableciendo fundamental precisión: el Gobierno republicano, cuando pudo retomar el control en la zona que quedó en su poder, intentó evitar en lo posible, sin conseguirlo demasiadas veces, los asesinatos. En cambio, en la denominada «zona nacional» la eliminación del «enemigo» fue sistemática, ordenada desde arriba; se prolongó hasta los inicios de la década de los 50, más de 11 años después de concluida la contienda. Adentrarse en El holocausto español de Paul Preston es demoledor, te envuelve insondable desolación, enorme tristeza, incluso después de tantas décadas transcurridas desde aquella inmensa tragedia.

Vamos a lo que ahora interesa. Se han hallado los restos de Aurora Picornell, vejada, violada, asesinada por una escuadra de falangistas a las órdenes del gobernador golpista Mateo Torres Bestard, psicópata, genocida, amigo del general Franco, comandante del Ejército sublevado, organizador de la violenta represión en Mallorca. Los partidos de la izquierda y los nacionalistas de centro han acogido como corresponde el hallazgo del cadáver, de quien fue joven feminista republicana, de izquierdas, comprometida con las luchas de su tiempo. La boca cerrada de las derechas al anunciarse el descubrimiento fue ominosa. Que cada cual honre a sus muertos. Casi peor ha resultado la posterior timorata declaración de Marga Prohens, incapaz de sustraerse al complejo que emascula al PP cuando salen a colación los asuntos de la memoria de la Guerra Civil y la posterior dictadura. No hay forma de explicar cómo no entienden que hubo un golpe de Estado que dio al traste con la legalidad constitucional republicana de entonces. El PP, que siempre que resulta oportuno y también cuando no lo es alardea de defender la Constitución de 1978, se achica a la hora de condenar a quienes vulneraron la de 1931 desencadenando la Guerra de España. Solo hay un argumento plausible: siguen sintiéndose herederos (el partido lo fundaron seis ministros del dictador) de los que la ganaron, de quienes colaboraron sin reservas con la dictadura. Optan por ensalzar la Transición como si aquellos años, congelados en el tiempo, siguieran siendo los que hoy vivimos. No obstante, hay que reconocerle el gesto al PP balear de sumarse al manifiesto de recuerdo a las víctimas de la Guerra Civil y del franquismo. No habrá declaraciones institucionales en el Ayuntamiento, en el Consell y en el Parlament balear. Vox lo impide. Lógico: la extrema derecha sí proclama sin rubor su herencia franquista. No la esconde. La ensalza. Basta observarla cuando se congrega ante el pedrusco fascista de sa Feixina. La derecha ha votado en contra de la Ley de Memoria. Es revancha, aduce. ¿Lo es sacar a los asesinados de las cunetas? ¿Lo es impedir que el asesino Queipo de Llano siga enterrado en el lugar de honor de una basílica católica? ¿Es revancha anular los consejos de guerra que llevaron a la muerte a miles de republicanos? Qué herencia tan siniestra.

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