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Jose Jaume

OPINIÓN

José Jaume

Vejada y violada, el calvario de Aurora Picornell

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FOTOS | Esta es la fosa de Son Coletes donde se han hallado los restos de Aurora Picornell CAIB

El otoño de 1936 y el invierno de 1937 se caracterizaron en Mallorca por la violencia de la represión que los golpistas ejercieron para infundir el pavor entre los republicanos. Se siguieron fielmente las consignas impartidas por el «director» de la sublevación militar, el general Emilio Mola, que ordenaban actuar sin contemplaciones. Se sucedieron los fusilamientos y asesinatos a cargo de las escuadras falangistas que actuaban con impunidad, salvo que a los detenidos se les hubiera formado el correspondiente consejo de guerra sumarísimo, lo que de inmediato otorgaba el control a los militares. Los falangistas estaban a las órdenes del gobernador Mateo Torres Bestard, comandante del Ejército, amigo del general Franco, con quien había coincidido en África. Nadie era sacado de los centros de detención y fusilado en las cunetas sin que Torres Bestard, que había remitido una carta a Franco poniéndole en antecedentes de lo que acontecía en Mallorca, donde, según opinaba, salvo la actuación de Falange, las autoridades ordenaban fusilar muy poco; el comandante solicitaba al «caudillo» que ordenase incrementar la represión. La respuesta de Franco, inmediata, fue taxativa: fusilar a mansalva. Algunos jefes del Ejército ya jubilados, caso del coronel Díaz Feijóo, que pagó con la cárcel haber sido pusilánime, intentaron que las sacas no se generalizasen. Fue en vano, Torres Bestard y Barrado, el policía a sus órdenes directas, contaban con la autorización expresa de Franco, lo que les permitía actuar con impunidad, sin rendir cuentas a nadie.

Aurora Picornell y sus compañeras detenidas se hallaban pues indefensas ante los designios criminales de Torres Bestard, puesto que no había sido procesada por la jurisdicción militar, lo que sí sucedió con Alejandro Jaume, Emilio Darder, Antonio Mateu y Antonio Qués, fusilados en las tapias del cementerio de Palma el 24 de febrero de 1937. Mes y medio antes, a Picornell el escuadrón falangista, que tenía órdenes directas de Barrado, que a su vez las había recibido de Torres Bestard, las sacó del centro de detención introduciéndolas en un camión. Estaba claro que su destino era la muerte, pero lo que parecía inconcebible era lo que le aguardaba a Aurora, hasta que se decidiera poner fin a su vida. Las distintas fuentes a las que se ha tenido acceso, independientes, que tuvieron inmediato conocimiento de lo ocurrido, obligadas aguardar silencio durante años, porque el miedo duró hasta que el 20 de noviembre de 1975 el dictador murió en la cama rodeado de honores, Picornell sufrió vejaciones diversas, siendo violada por varios de los falangistas que la llevaban a la muerte. Insistamos en que lo que sigue es el resultado de las narraciones orales. Casi de inmediato, se procedió a violarla por parte de quien a la postre se encargaría de asesinarla. Otros falangistas repitieron la atrocidad, a pesar de que Aurora estaba embarazada. Las vejaciones continuaron durante unas horas hasta que el falangista que mandaba al escuadrón de sicarios ordenó darle «pasaporte». Los cadáveres de Aurora y sus compañeras de infortunio fueron arrojadas a la zanja abierta en el cementerio de Son Coletes de Manacor para con posterioridad reportar ante Barrado que se habían cumplido las órdenes impartidas por Torres Bestard, de quien se tiene constancia de que de su puño y letra añadió más de una treintena de nombres a las listas de quienes debían ser «paseados».

Aurora Picornell es Hija Predilecta de Mallorca DM

Los falangistas regresaron a Palma, pero el que disparó a la cabeza de Aurora Picornell, se guardó un «trofeo» y estaba dispuesto a exhibirlo. Era su sujetador. Con él en la mano se dirigió a la barriada de Santa Catalina donde, otra vez según los diversos testimonios recabados, en alguna de sus cafeterías se dedicó a comentar lo que había hecho y mostrar el sujetador de la chica. Aquello horrorizó a los clientes que, en silencio, sin atreverse a recriminar la sádica actuación del falangista (les iba la vida) optaban por abandonar la cafetería. El asesino, del que no ha sido posible hasta el momento identificarlo, no se dio por aludido y siguió bravuconeando, diciendo que se había eliminado a una roja.

Años después, el falangista había prosperado económicamente siendo de su propiedad un local donde se estacionaban vehículos. Uno de ellos acabó inopinadamente con su vida, puesto que, al no estar el freno en su lugar, en el momento en el que procedía a revisarlo, el vehículo lo aprisionó contra la pared causándole heridas internas que le provocaron la muerte en poco tiempo. Tampoco se sabe cómo transcurrió su funeral, pero sí se conoce que su accidente se propagó con rapidez siendo recibida con alivio la noticia de su muerte entre quienes conocían sus antecedentes.

El comandante Mateo Torres Bestard fue nombrado por Franco gobernador de Pontevedra y Tarragona falleciendo en la década de los 60 del pasado siglo. Su nombre, junto al del policía Barrado y otros, tienen el criminal descrédito de ser los que más se esforzaron en hacer que la represión en Mallorca alcanzara inauditas cotas de crueldad, hasta el punto de contabilizarse por miles los asesinados entre el otoño del 36 y el invierno y primavera del 37. Después, el espeso silencio y el manto del olvido se abatió sobre los represaliados. Los que sobrevivieron, a lo largo de décadas vivieron atemorizados por el recuerdo de aquellos tenebrosos meses en los que tras el triunfo de los golpistas en Mallorca se desencadenó la feroz represión.

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