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Pilar Garcés

Exarzobispo de Valencia

Pilar Garcés

Limón & vinagre | Antonio Cañizares: El azote de los infieles cuelga el látigo

Un feligrés se despide de Antonio Cañizares, cardenal arzobispo de Valencia. Biel Aliño / EFE

El Papa Francisco acaba de aceptarle la renuncia a Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia durante ocho años y en dos ocasiones vicepresidente de la Conferencia Episcopal, que hace unos días sopló 77 velas y, como corresponde a su cargo, había tramitado la jubilación a los 75. Me imagino al Sumo Pontífice sonriendo con un benevolente gesto de alivio mientras le firmaba el relevo en el Vaticano. Tanta paz lleves como descanso dejas. Dos ejercicios de prórroga ha tenido uno de los miembros de la curia española más conocidos por sus explosivas cargas contra cualquier atisbo de evolución social desde las cavernas, la antítesis del propio Bergoglio a quien, sin embargo, defendió de las acusaciones de «comunista». Que se queda la Iglesia sin una de sus voces más polémicas, dogmáticas y reaccionarias es un decir, pues continúa como obispo emérito y hasta los 80, en su condición de cardenal, podría participar en un cónclave. «He llegado a la meta, he guardado y defendido la fe», dijo en su despedida. ¿De quién?, sería la pregunta. El diablo está en el Gobierno, pero los pactos Iglesia-Estado y sus presupuestos, que sepamos, siguen gozando de buena salud.

Ha servido Cañizares de inspiración a quienes hacen gala de la lucha contra lo políticamente correcto a base de diatribas, insolidaridad y nostalgia. Los sin complejos del lado oscuro siempre han tenido quien les rece. Hay que reconocer, sin embargo, que sus inflamados y poco caritativos sermones han quedado muy superados por la impúdica exhibición de disparates montaraces de la ultraderecha a la que no tuvo empacho en defender cuando daba sus primeros pasos. «Vox no es ultraderecha, es un partido de derechas y constitucional», bendijo en su entrada en el parlamento andaluz. Se demostró visionario pues, en efecto, ahora apoyan gobiernos y suman sus votos a los de los demás partidos si se tercia frenar una comisión de investigación en el Congreso. Sus líderes, y las miles de cuentas que en redes sociales les jalean, sueltan las mayores barbaridades contra las mujeres, los homosexuales o los inmigrantes y ya no se producen los escándalos sucesivos que sí generaban los parlamentos del prelado. Cuando en una conferencia en 2015 cuestionó si en «esta invasión de inmigrantes y refugiados es todo trigo limpio» y añadió: «¿Cómo quedará Europa dentro de unos años, con la que viene ahora? No se puede jugar con la historia ni con la identidad de los pueblos». Cuando en el sermón del Corpus de 2016 llamó a desobedecer leyes «injustas» basadas a su juicio en «la ideología más insidiosa y destructora de la humanidad de toda la historia, que es la ideología de género». Cuando ese mismo año denunciaba desde el púlpito la «escalada contra la familia cristiana» de «dirigentes políticos, el imperio gay y ciertas ideologías feministas».

El tiempo no le ha atemperado. Hace unas semanas calificaba de «intolerables» la palabras de la ministra Irene Montero sobre la necesidad de dar educación sexual en las escuelas, propuesta que activaba las alarmas de Cañizares, crítico porque «en el tema de la sexualidad están pasando cosas muy graves». Él apostaba por «propiciar estudios profundizados en educación de la sexualidad integrados en la verdad del hombre». La verdad del hombre versus la educación de les niñes: dos eras geológicas en plena convivencia. Lo decía en la apertura del curso en la Universidad Católica de Valencia, y al poco los alumnos del colegio mayor Elías Ahuja de Madrid con sus groseros cánticos machistas desde las ventanas se encargaban de dejarle en evidencia.

«Me he gastado y desgastado por la Iglesia». Así resumía Antonio Cañizares la brillante carrera que le llevó a ser obispo de Ávila, arzobispo de Granada, Toledo y Valencia, cardenal y miembro de la Congregación para la doctrina de la fe, entre otros muchos cargos a los que fue promovido desde Roma, además de profesor universitario y escritor. Puede que su calidad de oposición permanente para los gobiernos de izquierda y los movimientos en favor de la igualdad opacase otras facetas de sus mandatos, como la de activar la venta de bienes eclesiásticos para impulsar obra social contra la pobreza, especialmente después de la crisis del coronavirus. De ese tiempo queda otra perla suya, referida a la «experimentación con fetos» para crear las vacunas de la covid, «el demonio existe en plena pandemia», que tuvo que aprestarse a matizar. «Yo he querido siempre decir la verdad, a veces no les ha gustado, pero siempre la verdad, a tiempo y a destiempo», concluyó en su despedida una semana atrás. Cuentan que con su marcha se cierra una etapa entera de la Iglesia española, aunque seguro que el azote de los herejes solo pasa a la retaguardia.

Un feligrés se despide de Antonio Cañizares, cardenal arzobispo de Valencia.

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