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Juan José Company Orell

¿Quién soy yo?

Esta mañana, como casi todas las mañanas me he sentado frente al ordenador para hacer un recorrido por la prensa nacional de todas las coloraturas políticas, lo que ahora se define como de sensibilidades diversas, y gracias a acceder a una noticia, acompañada por un vídeo, me he enterado, no sin horror, que por lo que se ve ahora soy un ultraderechista peligroso; con la angustia en el cuerpo y tambaleándome por causa de mi informada metamorfosis me acerco a mi armario de ropajes antiguos y rebusco en él algún uniforme de pardo color marrón pardo con el brazalete de aquel símbolo hindú de la buena suerte, prostituido por un desafortunadamente perdido acuarelista austríaco (barrunto que otro gallo nos hubiera cantado en Europa si los sesudos miembros de la academia de bellas Artes de Viena le hubieran dado algo más de cancha al veinteañero Adolfo), o alguna camisa negra de estilo mussoliniano o en su caso alguna otra de azul tradicionalista o por ventura una gorra cuartelera de color rojo y negro (colores curiosamente compartidos tanto por los falangistas de José Antonio como por los anarquistas de Durruti), pero para mí descanso esas prendas no aparecen en mi olvidado fondo de armario.

Ante el estado de inmersión en un mar de dudas, vuelvo a revisar el vídeo que me ha conducido a temer que en mi anidase un fascista nada escondido, reviso la frase del dicente: «Ultraderecha es Vox, pero Securitas Direct te dice que pongas una alarma para que no te ocupen la casa»; salgo al exterior de mi vivienda y ahí está la prueba de mi «ultraderechez», una placa de aquella empresa y que indica, fuera de toda duda, que yo también he acudida inopinadamente a la llamada del fascio.

La frase, así en barbecho, no termina de determinar la relación que pueda existir entre lo de tener una determinada tendencia política y la adquisición de un método preventivo de vigilancia a una concreta marca comercial; le he dado muchas vueltas a la idea fuerza que parece indicar, al poner en cerca relación la palabra ultraderecha con el sustantivo alarma, una relación ominosa que informa que quien tiene una alarma en su casa pareciera obvio que cojea políticamente hacia la ultraderechista; pero luego leo la frase con más atención y observo que además de lo anterior en las dos frases separadas por una coma, también se hallan las palabras Vox y Securitas Direct y ello me lleva a preguntarme si de haber acudido a alguna otra oferta de sistemas de seguridad que no fuera la señalada en la sentencia condenatoria de marras, ello tendría como consecuencia que ya no se podría relacionar con aquel grupo político pero sí con otro de contraria tendencia, pero no consigo responderme con seguridad a la cuestión.

Quien me ha abocado a presentir sobre mí esa nueva identidad, que yo pensaba totalmente alejada de mis pasiones, es el Sr. Iglesias Turrión que al parecer, dicen, algo de eso de la política debe saber y eso es lo que más me preocupa, pues el informante de tal tesis debe conocer cosas y resortes sociopolíticos que yo desconozco y que seguro que descubren las íntimas tendencias políticas de la plebe tan solo con relacionarlas con los productos que adquiere, pues es él licenciado en ciencias políticas y además ha ostentado un cargo de altura en el ejecutivo de la nación y por ello alguna razón debe considerar que existe un hilo conductor que conduce a un ciudadano por el simple hecho de adquirir un determinado producto a integrarse en un grupo al extremo del espectro político; se me ocurre, a caballo de la misma línea de deducción, que los que no necesitan para la seguridad de su hogar y de los suyos alarma alguna, pongamos por caso por disponer de seguridad exterior a su vivienda proporcionada por algún servicio o cuerpo de seguridad del estado, cuyo coste se reparten a escote el resto de los ciudadanos, podrían fácilmente bascular al extremo político opuesto de los de las alarmas.

Y llegados a este punto se me presenta un dilema, o bien el Sr. Iglesias Turrión acierta en su diagnóstico y todos los que tenemos una alarma de esa especial marca, como es mi caso, somos fascistas peligrosos o en potencia a los que hay que vigilar como a ladrones de caballos o el Sr. Iglesias Turrión no sabe de qué habla y la frase de marras no es más que una soberana majadería. Por si acaso y por mi parte ya le he solicitado cita previa a mi psicoanalista argentino de cabecera para que me despeje la incógnita.

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