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Matías Vallés

AL AZAR

Matías Vallés

Ejércitos de desertores

La próxima guerra mundial se librará entre robots porque los soldados humanos no son de fiar. Cada vez hay menos gente dispuesta a morir por una patria, ese concepto tan excitante con calefacción y el estómago lleno. Ucrania no ha demostrado la cobardía del ejército ruso, sino la cobardía de los ejércitos y punto. En el hiperventilado frente español, los gritos de ordenanza contra Pedro Sánchez en el último desfile interpelan al conjunto del estamento militar, al igual que los atentados islámicos obligan a una respuesta al conjunto del Islam. Si las fuerzas armadas convocan masivamente a votantes de Vox, corresponde a dicha institución explicar la sintonía.

Es erróneo identificar a quienes llamaban «hijo de puta» a Sánchez con una concepción por desordenada que sea del corajudo espíritu castrense. Los gritones son tan cobardes como los soldados rusos, o como los mílites de cualquier ejército. Bastaría con movilizarlos, o con insinuarles un servicio militar obligatorio, para que su fervor se evaporara y huyeran despavoridos a la velocidad de los moscovitas que Putin pretende reclutar. El patriotismo es muy agradecido, pero siempre que se disponga de una vida para disfrutarlo. Los ejércitos de desertores ofrecen únicamente una forma de malvivir, con la garantía de que no haya que entrar en combate.

«Crímenes de guerra» es una fórmula delictiva, que debería avergonzar a sus postulantes progresistas. La guerra entera es un crimen, que desaparecerá cuando los verdugos se nieguen a combatir. La tónica de los últimos estallidos es la resistencia de la tropa a dejarse sacrificar, el mayor logro humanista contemporáneo. De ahí que ensayistas de lujo como Mark Galeotti titulen La Militarización de Todo, cada actividad se transforma en arma ante la dificultad de convencer a los jóvenes para que se maten entre sí. En la versión más sofisticada, los heroicos pilotos norteamericanos ejecutan desde Estados Unidos a terroristas en suelo árabe, mediante un dron manejado con una pizza sobre la consola. La deserción de los asesinos por obligación ha sido sustituida por la puntualidad funcionarial de la que se jactaba el contable Adolf Eichmann.

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