Bicicletas de mucho más de 6.000 euros, otras de 100, la mayoría de coste intermedio y patinetes eléctricos cada vez más sofisticados que en su día generarán residuos a descontaminar, pueblan el centenar de kilómetros de carriles-bici de nuestra ciudad.

Una red vial notable que sigue en aumento bajo el mantra de la sostenibilidad. La misma, además de «rebajar» el nivel de consumismo que sustenta parte del parque «sostenible», debería mejorar la visión de futuro, ampliando sus miras, y corregir algunos déficits de seguridad.

Ante esta situación, Vianants Mallorca ha organizado para el próximo 17 de octubre a las 18:30 en el Club Diario de Mallorca una mesa redonda, al objeto de poner —constructivamente— el foco en la cuestión. Avancemos algunas oportunidades de mejora:

Incrementar el número de carriles bici, no debe ser a costa de pintar un par de simples líneas blancas delimitadoras de escasos centímetros sobre el pavimento. Véanse, por ejemplo, los metros que suman la calle Blanquerna, la plaza de España o el Paseo Mallorca.

El diseño general no contempla los diferentes usos: ocio, funcionalidad y deporte. De esta manera tiene el mismo tratamiento quien pasea a 10 km por hora, quien va al trabajo a 25 y el que practica deporte a 40 km por hora o más. Tampoco aborda las diferencias entre los usuarios originales (ciclistas), con los neófitos (patinetes).

Múltiples carriles segregados utilizan los coches como franja balizadora entre ellos y las aceras. La apertura de las puertas en el acceso y salida de los turismos ocupan gran parte del carril. Se utilizan andenes de parada de autobús imprudentemente (véase el caso de la c/Metge Josep Darder). Otros, promueven —sin restricción alguna— altas velocidades en el espacio compartido, sin separación de seguridad con los peatones. Tenemos algunos ejemplos en Sa Feixina, es Carnatge, Salvador Dalí (en bajada hacia la rotonda del cementerio); Camí dels Reis (Son Rapinya/Génova), en el que no es difícil «refrescar» peatones o corredores, a 50 km por hora.

El carril bici de Palma a Can Pastilla, debería redimensionarse. La densidad e intensidad de tráfico que soporta es muy elevada. El riesgo es notable y sobran hitos metálicos. El encapsulamiento que propicia el tramo de Can Pere Antoni, especialmente en el Portixol, es muy delicado. Ese tipo de diseño no contempla que, los obstáculos verticales reducen el ancho del —ya de por sí estrecho— vial.

En ocasiones, la configuración ignora el vuelo lateral de los manillares de las bicicletas, y los hay que alcanzan los 80 cm. Si las bicis circulan ajustadas al borde, el manillar «invade» espacio ajeno. Ya sea el que ocupa una criatura sentada en el murete de los molinos del Portixol o cualquiera que camine cerca de su fina línea divisoria, y viceversa, si un peatón, haciendo oscilar alguna de sus extremidades cerca de la línea, invade el vuelo del carril bici... Perjudicados ambos, pero: ¿quién sería el responsable, en caso de accidente? Hay muchos kilómetros de carriles integrados en las aceras con mínima separación, o incluso sin ella.

Esa situación se puede apreciar mejor en zonas mixtas peatonales, donde habrá que empezar a pensar en las personas como «persomóviles», tal como señalaba Galeano en El reino de las cucarachas, y así —con ruedas— podrán moverse más seguras.

Aunque se ha hablado mucho de la calle Blanquerna, uno de los grandes exponentes del daño que pueden hacer dos finas líneas paralelas dibujadas en el suelo cobijando un dislate, añadiré un par más de detalles:

El vial peatonal de 700 metros posee un carril bici integrado, en el que no hace falta abundar en los peligros de coexistencia, ya sea por imprudencia o impericia humana, incluso ya sea por instinto animal. Su trazado —completamente recto— sufre cuatro confusas alteraciones de 90 grados. Varias de sus intersecciones carecen de señalización apropiada generándose tramos de «carril bici fantasma». Los vehículos que deben atravesarla penetran en una zona de prioridad invertida con preferencia peatonal. Ello supone que deben atender a flujos de tráfico anárquicos (peatones, patinetes y bicis), a derecha e izquierda, más mascotas. Atravesar esa amalgama de trayectorias imprevisibles es muy delicado. El carril bici —por la propia seguridad de sus usuarios— debería tender a ceder el paso en los cruces de escasa visibilidad. Un patinete silencioso a velocidad máxima —sin trucar— recorre 7 metros por segundo… Una bicicleta puede superar los diez, y así sucesivamente.

¿Están todos mal diseñados? No. Los hay adecuados: Paseo Marítimo (nuevo tramo), Andreu Torrens… Aceptables: Aragón; Manuel Azaña, entre otros. Mejorables: demasiados. Aunque también los hay absolutamente rechazables por su peligrosidad: Rosselló i Caçador, Lluís Vives…

Hemos visto una pequeña muestra de aspectos a mejorar. Es necesario recuperar los conceptos básicos de seguridad vial, especialmente el referido a la vía (carriles bici) que, no deben ser ofrecidos colmados de riesgos, esperando que la ciudadanía se responsabilice de desplegar contramedidas para poderlos utilizar.