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Carles Francino

Enfermedades mentales, sonrisas y lágrimas

No debe resultar sencillo confesar que una vez estuviste encaramado a la barandilla de un séptimo piso con ganas de saltar. O que en un momento de tu vida la única solución a los problemas era beber y beber hasta caer redonda. Pero creo que testimonios como estos son los que están ayudando a sacar de la cueva la realidad de las enfermedades mentales.

Los últimos en salir del armario han sido un cómico, Javi Martín, y una cantante, Mai Meneses (Nena Daconte) con sus libros: Bipolar y a mucha honra y Tenía tanto que darte. Me conmovió hablar con ellos la otra tarde en la radio y que se abrieran en canal sin muchos miramientos. Javi, con la coraza del humor como bandera: «Me voy a reír hasta que se me pase el miedo; a carcajada limpia, a veces incluso para no llorar. Llámame loco». Y Mai, que escribió el libro en un mes, del tirón, desde la digestión de recuerdos muy dolorosos: «Me dio por tener pesadillas cada noche. Venían espíritus a mi cama y los veía acercarse hasta que conseguía gritar».

Ambos sufren de trastorno bipolar, una montaña rusa donde la euforia y la tristeza se dan el relevo hasta agotar al enfermo. Las fases maníacas te pueden llevar -así lo cuentan ellos- hasta el séptimo cielo, pero las depresivas te arrastran por el barro de una angustia, a veces insoportable. Nadie tiene culpa de que le ocurra eso, se sabe que existe un componente genético; aunque es verdad que las drogas, una vida poco saludable y el estrés excesivo contribuyen a su desarrollo.

La buena noticia es que el trastorno bipolar no desgasta la capacidad intelectual. Y puede mantenerse bajo control a base de medicación, terapia y atención psiquiátrica. Lo confirman Javi Martín y Mai Meneses, que hoy se muestran como dos personas con pinta de saber lo que es la felicidad, que han aceptado que padecen una enfermedad mental y que no solo no se avergüenzan de ello, sino que se desnudan para que sus vivencias -y su sufrimiento- le puedan ser útiles a alguien. En una época donde el egoísmo y el «sálvese quien pueda» parecen ganar por goleada, su generosidad supone un valioso regalo.

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