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Josep Maria Fonalleras

Marquesa de Griñón

Josep Maria Fonalleras

Limón & vinagre | Tamara Falcó: Los caminos del Señor son inescrutables

Tamara Falcó habla en el XIV Congreso Mundial de las Familias, en Ciudad de México, el pasado sábado. EFE/Sáshenka Gutiérrez

Hay profesiones arriesgadas en las que te juegas la vida. El periodismo es una de estas profesiones. Te puedes jugar la vida o la salud mental, que es lo que me pasó a mí hace dos días cuando, dispuesto a hablar de Tamara Falcó, me tragué de repente, en una sola noche, todos los capítulos de la docuserie sobre su vida, Tamara Falcó: La marquesa. Menos mal que cobro un plus de peligrosidad que he invertido, bien aconsejado por los amigos, en unas cuantas sesiones de psiquiatra que espero que me sacarán de la cabeza las imágenes en las que tuve que hundirme para comentar la vida de esta mujer de 40 años (rostro, voz y talante infantiles, todavía) que hace poco se ha separado de su prometido, un señor que se dedica al negocio de la noche, según propia confesión.

El ‘reality’

Este reality que puede verse en Netflix consiste básicamente en enseñar la vida cotidiana de una marquesa, hija de Carlos Falcó y de Isabel Preysler, que aún no hace un año que lo es porque su padre, el anterior marqués, murió de covid en 2020. Tiene tres polos de atracción: el deseo de montar un restaurante (aunque sea con una cena de una sola noche, efímero), el deseo de tener un novio (que respondió el plan de Dios cuando «Dios decidió sumar a mi vida un novio») y el deseo fervoroso de seguir este plan de Dios, con o sin novio.

Como cuesta imaginar que alguien pueda tener una vida tan superficial, nada anodina, pero sí del todo insustancial, la misión del cronista es intentar ver qué se esconde tras el decorado, si es posible que todo ello no sea sino una grandiosa operación comercial epidérmica, a mayor gloria de una mujer que ganó un premio de cocina (MasterChef Celebrity) sin prácticamente saber cocinar. Esto se demuestra, por ejemplo, en una escena de dicha serie, en la que Tamara trata de hacer de chef («trabajo de influencer y soy chef») y no sabe qué salsa se esconde en una cazuela mientras simula que dirige la orquesta, que toca bajo la batuta de un chef de verdad alquilado por la marquesa.

Nos hemos fijado más porque resulta que en pocas horas pasó de anunciar su compromiso con ese empresario de la noche, un tal Íñigo Onieva, a rechazar el noviazgo porque, como era del todo previsible, la noche lo confundió y el chico cayó en las redes del pecado. La traicionó, pues, pero como ella es tan religiosa (tanto que se dedica a rezar el rosario y no a tomar copas, tanto que ha participado estos días en el Congreso Mundial de las Familias en México) coloca esta flagrante infidelidad en el saco de las previsiones divinas: «Todo pasa por algo, y al final estoy contenta porque confío en Dios y si esto ha pasado es por algo, esto solo puede ir bien». Los caminos del Señor son inescrutables, pero Tamara Falcó podía haber sospechado después del pacto al que llegó con su (ex) pareja. Quedaron que los viernes ella iría a tomar copas a Lula, un club de la Gran Vía de Madrid, gestionado por Onieva, con una decoración tronada, rojiza y ciertamente sospechosa, con dorados y espejos, que en la entrada te saluda con el lema It’s time to dance, y que él, en justa reciprocidad, la acompañaría a misa los domingos.

Católica practicante

Es tan católica, apostólica y romana, la marquesa, que reza a la Virgen de Medjugorje, una imagen croata que dicen que obra milagros, y cita a san Pablo, cuando decía a los Corintos que «lo único que importa en la vida es el amor». De hecho, lo cita de memoria, porque san Pablo no dice exactamente eso, sino que «el amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta: el amor no pasará nunca». Y también, en otra misiva a los cristianos mediterráneos, afirmaba que «para evitar comportamientos libidinosos, es mejor que cada hombre tenga la propia mujer, y que cada mujer, el propio marido». Es un consejo espiritual que el ex de Tamara Falcó debería haber tenido presente antes de traicionar, mentir y arrodillarse, lloroso, ante la marquesa, porque, como ha dicho ella misma: «Para los cuernos, yo soy muy cuadriculada».

Quizás es que todavía estoy sometido a la experiencia profunda de haber penetrado en el interior del corazón de Tamara, pero vistas las reacciones después del final del amor, quiero pensar que aquí hay un excelente trabajo de los guionistas, de la serie y de su vida. Decía Pessoa que «el poeta es un fingidor. / Finge tan completamente / que hasta finge que es dolor / el dolor que en verdad siente». Quizás está triste y desolada, sí. Pero seguro que Dios lo tiene todo previsto.

Tamara Falcó habla en el XIV Congreso Mundial de las Familias, en Ciudad de México, el pasado sábado.

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