Como muestra de incandescente «espectáculo» ético, político y económico, exponente del poco interés que concitan las necesidades reales de las personas para los gobernantes en general y el Consell de Mallorca en particular, una próxima operación va a suponer dilapidar un par de millones de euros en «promoción turística» y otras consecuencias justificantes.

El «concurso de lanzamiento de euros» se ve enriquecido con acusaciones de machismo y racismo a un importante accionista de una empresa privada, beneficiada por ese dispendio de dinero público. Las duras afirmaciones provienen del otro lado del Atlántico, donde han impuesto una sanción —entre otras— de diez millones de dólares a Robert Sarver por comportamiento reprochable en el contexto de la liga de baloncesto profesional estadounidense, la sin par NBA. Quién le iba a decir a Palau Reial, que, «de algún modo» ayudaríamos a pagar esa multa.

Informaba e informa Diario de Mallorca que, el pasado año, el Govern financió con 580.000 euros la gala de los 40 principales a cargo —tímido cacareo colindante incluido— de fondos de la ecotasa.

Ya en el presente, volveremos a contribuir con formas de vida tan ajenas y lejanas, alimentando a diversa fashion people. En esta ocasión, «por alinearse con los intereses turísticos de la ciudad y los residentes», el coste de 180.000 euros de otro rinconcito, para la cena de los 40, lo asumirá el ajuntament de Palma. «Además de la cena, el contrato también incluye un almuerzo de bienvenida (…) en el Hotel Victoria Gran Meliá, con más de 300 invitados «que disfrutarán de las magníficas vistas de la ciudad desde una de sus terrazas».

Salvados —aparentemente— los nómadas digitales de ser utilizados para seguir vaciando el cajón público de la «ecotasa» que, en este caso Cort pretendía emular el origen ecológico del gasto del evento musical —cercano a los cien millones de pesetas del año anterior— sufragando a los «influencers en redes sociales» a través del impuesto de turismo sostenible.

Son tres ejemplos de los muchos que pueda haber. Los tres relacionados con millonarios, VIPS y esa apuesta al vacío que significa invertir en intangibles revestidos de reclamo turístico. Volátiles los resultados, toda vez que los potenciales (carpaccio de gambas de Sóller, foie con manzana caramelizada aligerado con Veuve Clicquot, ensalada aromatizada con Pecorino de trufa, unas lonchitas de 5 jotas regadas con tinto Valbuena, cap roig bullit con agua de los vanguardistas dispensadores de Emaya, y cardenal de Lloseta de postre) son sin duda muy tangibles. Pan —imaginado— y circo —extensible a la cola del Convent des Caputxins— en definitiva. Las vertientes son múltiples: machismo, derroche, frivolidad, elitismo y la decidida apuesta por seguir exprimiendo la tierra, los fondos y la paciencia de los nativos.

Esta corta, frívola y variopinta introducción viene a cuento de la venta de la Granja de Esporles.

Doce millones de euros, según parece, han permitido la transacción entre particulares. Sin ser economista; me da la impresión que de cena en cena, y de patrocinio en patrocinio, no debe resultar muy difícil para las espléndidas arcas públicas llegar a esa cantidad y con ello haber optado a tan magnífica e histórica possessió para uso y plebeyo disfrute. Como espectacular bien inmueble que es, y más teniendo en cuenta lo privilegiado de su ubicación, hubiera sido muy afortunada su adquisición que, han convertido en una oportunidad perdida.

¡Vértigo da!, ver la facilidad y la impunidad con la que se puede malgastar el dinero de los demás.