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Mercedes Barona

Lo moderno y lo ‘woke’

Me temo que la modernidad artística

y cultural sea una estrechez de miras

Algunos días, el que todo sea política e ideología resulta absolutamente agotador. Que grupos más o menos organizados se dediquen a retorcer la realidad para pintarla del color que les conviene hace que tengamos que realizar nosotros el doble de esfuerzo para llegar a la verdad.

Y hablo de colores precisamente en una semana en la que he leído todo tipo de críticas cinematográficas en las que, más allá de la calidad del producto, de su fidelidad al argumento o sus decorados, lo que se resalta es si el personaje está interpretado por alguien con el color de piel correcto, o los ojos suficientemente rasgados, o por una mujer o un hombre cuando debería ser lo contrario.

Me temo que la modernidad artística y cultural consiste en la estrechez de miras, en la reducción cuadriculada y en el llegar a convencer a través de la presión y el miedo. Porque de la política de la cancelación y la exclusión bien saben escritores, conferenciantes o directores.

¿Está bien que la reina de Inglaterra sea representada por una mujer negra, algo a todas luces históricamente falso, pero que si Mulan no es una mujer oriental se arme un carajal que ríete de los peores cismas? Ese empeño en meter con calzador en las películas, en las series, incluso en la publicidad, temas como el feminismo, la diversidad sexual o el cambio climático, va a acabar con la creatividad y con el arte.

Todo medido y pesado para contentar a un grupo minoritario capaz (porque hay quienes están interesados en conceder poder a las minorías que a ellos les interesan) por ejemplo, de tachar de homófoba a JK Rowling porque no es suficientemente explícita en su apoyo al LGTBI, o de etiquetar como machistas a profesores que no aplauden con el entusiasmo debido (el exigido normalmente por un universitario progre) los tweets feministas que cacarean las dueñas del pensamiento correcto y sus tristes aliados.

Toda la izquierda determinando el camino a seguir, la corrección ideológica y la pureza, y cierta derecha corriendo detrás y asumiendo esas líneas, asustada de ser juzgada y condenada como racista, excluyente o fascista.

Pues alguien debería señalar que politizar también los sueños acaba logrando que se conviertan en pesadillas. O, al menos, en tostones.

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