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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

Nuestro turismo. La ciudadanía también piensa, opina y exige

Han pasado más de 20 años, abril 2001, de la edición del primer número de Quaderns Gadeso; cuyo objetivo era, y sigue siendo, conocer y evaluar las opiniones y propuestas de nuestra ciudadanía referidas a las diversas realidades sociales, económicas, cívicas, culturales, políticas (…) que conforman nuestro presente y futuro.

El último número (QG 422), correspondiente al mes de septiembre del presente año, está dedicado a profundizar «la opinión ciudadana sobre el turismo»: sus fortalezas y debilidades, su rentabilidad socioeconómica, así como sus perspectivas presentes y futuras. Sin olvidar que los hay, haberlos haylos, que consideran que tales opiniones ciudadanas son inútiles, peligrosas y turismofóbicas. Olvidando que en nuestra Comunidad el turismo afecta, directa o indirectamente, en mayor o menor medida, al conjunto de nuestra sociedad, y en consecuencia tenemos derecho a opinar e incluso a exigir sobre «nuestro» turismo.

En referencia a la transcurrida Temporada Alta, un 69% considera que ha aumentado el número de turistas. Un 71% piensa que los beneficios empresariales han sido positivos, aunque tal índice debe matizarse por zonas, por productos y tipología de la clientela. Mientras sólo un 10% cree que se han creado nuevos puestos de trabajo y que los salarios han sido más elevados; y un 43% que considera que se han mantenido inalterados respecto del 2019, pero que su rentabilidad ha disminuido, en parte debido a la inflación.

En todos los análisis realizados desde 2001 es opinión generalizada (62%), pero en descenso, que el turismo es la base de nuestro bienestar. La mayoría no está en contra de la actividad turística. Pero se denuncia la excesiva saturación/masificación creciente que hipoteca (82%) nuestro territorio e infraestructuras. Botones de muestra: Caló des Moro, el Faro de Formentor, suma y sigue. Sin pasar por alto el denominado turismo de «excesos». Y sigue la inquietud por la concentración de la actividad turística en la temporada alta (aun reconociendo iniciativas de alargarla) con su consiguiente contratación de mano de obra intensiva.

La ciudadanía considera que el «futuro» no puede ser más de lo mismo. Un 77% no se muestra optimista por un cambio cualitativo de nuestro modelo turístico. Nuestra competitividad no puede basarse en oferta de sol y playa a precios «competitivos» para millones de turistas. Es imprescindible cambiar el chip, el objetivo debe ser la excelencia en el sector turístico, innovando en producto y calidad, además de diversificar la oferta más allá del sol y playa, que permita desestacionalizar el sector. Pero no todo queda ahí, hay también que cuidar la «gallina de los huevos de oro», gestionar con eficacia los recursos naturales y el territorio. Sin duda, el aumento de la competitividad de nuestro sector turístico debería fundamentarse también en la mejora de la calidad en la prestación de los servicios, que implica mejoras en las condiciones laborales y a escala salarial, formación del personal y estabilidad del puesto de trabajo.

Concluyo con la valoración que hacen los ciudadanos sobre la situación del sector turístico a corto y a medio plazo. Nos hemos interesado por cómo la ciudadanía percibe lo que está por venir. La actual situación de crisis, con una inflación no controlada ni aquí ni en los países origen de la demanda, provoca previsibles problemas de abastecimiento energético, y por tanto, de productos, con la posibilidad de una crisis socioeconómica que puede lastrar el turismo... Estos ítems hacen que una parte importante de la población vea el futuro con bastante desconfianza. Y en consecuencia la percepción de que los resultados del 2022 no se repetirán el año próximo.

Las perspectivas de la ciudadanía hacia la temporada baja 2022/23 no son demasiado halagüeñas. Solo un 2% espera una buena temporada baja, mientras que el 80,5% la esperan mala. Por lo que respecta a las perspectivas. Respecto a la temporada alta 2023, un 5% considera que puede ser mejor, pero un 79% tiene dudas e incertezas.

La pandemia primero y la posterior crisis socioeconómica y política derivada de la invasión de Ucrania por la Rusia de Putin, han afectado directamente a nuestra actividad básica, el turismo, provocando un crack cuyas consecuencias estructurales estamos padeciendo, aunque se haya conseguido una cierta reactivación es insuficiente. Hay que dirigir nuestros esfuerzos a decidir qué modelo productivo nos permitirá, sin dejar de lado el turismo, hacer frente a los embates de la globalización, con sus retos medioambientales y climatológicos. Es necesario buscar nuevos yacimientos de actividad productiva en el mismo sector turístico, pero generando iniciativas empresariales que no dependan en exclusiva de nuestro todavía vigente modelo de actividad turística. Y me preocupa, y no a sólo a mí, que se esté creando un clímax basado en volver a recuperar los hitos turísticos del 2019. Sin recordar que tal año se produjo la quiebra del todopoderoso Thomas Cook basado en la masificación y el precio.

Nuestra crisis es superable. No estamos condenados al crack, pero sí a una cierta desaceleración económica que deberemos querer y saber gestionar. Para ello es imprescindible llegar a un consenso tanto político como económico y social, alejado de electoralismos baratos, que incluya a las diversas instituciones representativas políticas, empresariales, sindicales, y de la sociedad civil.

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