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Daniel Capó

Se acerca el invierno económico

Septiembre arranca en medio de un aluvión de malas noticias. ¿Se acerca, como prevén algunos, la crisis de todas las crisis? Tras años de experimentos monetarios, de liquidez máxima y tipos de interés negativos, ¿qué supondrá para el sistema la retirada de tantos estímulos? La inflación, ese impuesto de los pobres, ¿ha llegado para quedarse? ¿Cuál será el tope máximo al que subirá el euribor? ¿El 2%? Al ritmo actual, no parece que se vaya a parar ahí. ¿El 3, el 4, el 5%? Mejor no pensarlo: en una economía hiperendeudada como la nuestra, sus efectos sobre el consumo serían devastadores. Una buena temporada turística puede ayudar a mitigar en cierto modo las inclemencias de un invierno que se espera duro, con los precios de la energía descontrolados, los salarios contenidos, parte de la industria parada, el crédito escaso, los mercados bursátiles a la baja –ya han caído en torno al 20% este año–, el euro perdiendo valor día tras día… Los analistas señalan que todas las crisis económicas nacen de algún tipo de burbuja y, en la actualidad, hay tres en marcha: la de los activos bursátiles, la del precio de la vivienda y la de los bonos, a las que tendríamos que añadir la inflación disparada, la guerra de Ucrania y los costes del gas en manos rusas. ¿Resulta inevitable la recesión? A día de hoy, no hay muchas dudas al respecto. ¿Será de nuevo Europa el continente más dañado? Seguramente. Y, dentro de la Unión, esperemos a ver qué naciones quedarán más afectadas. ¿Las del Mediterráneo, como casi siempre? ¿O esta vez también sufrirá las consecuencias de la crisis el corazón industrial del continente?

Según una noticia alarmante publicada por Financial Times el pasado fin de semana, el gobierno sueco anuncia que las empresas del sector energético podrían necesitar un rescate financiero en los próximos meses, a pesar de sus beneficios extraordinarios. De hecho, en Alemania, informa en su newsletter J.I. Crespo, Uniper ya ha tenido que ser rescatada por una cuantía de quince mil millones de euros. ¿Cómo se explica esta relación entre beneficios extraordinarios y necesidades financieras? Parece ser debida a la extrema volatilidad de los precios energéticos, la cual implica que se exijan a las empresas del sector notables garantías adicionales. Se produzca o no este rescate, al final las crisis estallan en los sectores más inesperados y suelen tener un impacto financiero. No creo que esta vez sea una excepción.

Por supuesto, no siempre tiene razón el pesimismo más exacerbado y a veces ocurre directamente lo contrario. La temporada turística ha batido todas las expectativas, hay ahorro acumulado tras los años pandémicos (al menos, ese ha sido el caso de muchas familias) y la abundancia de fondos europeos debería paliar, en parte, las noticias negativas. Una pronta resolución de la guerra de Ucrania y la tendencia a la baja en los precios de las materias primas –ya evidente en muchas de ellas– deberían moderar la inflación, facilitando incrementos más suaves de los tipos de interés, lo que asfixiaría menos a las empresas y a las familias. Pero todo esto son futuribles muy hipotéticos, grandes síes condicionales a la espera de que llegue el frío invernal. Los primeros datos adelantados del PIB nacional nos advierten de que este tercer trimestre no ha sido tan positivo como la sensación de agobio turístico nos hacía presumir. Es probable que a final de año el crecimiento económico ya sea negativo en el conjunto de la Unión. Putin, desde Moscú, juega con la idea de cerrar el grifo del gas. En su imaginario, Rusia gana las guerras en invierno, cuando Europa tiembla de frío. La guerra se presume larga. Y los nervios son palpables en las cancillerías y en las plazas financieras.

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