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Guillem López Casasnovas

La gran ostentación capitalista

Nadie acumula tanta riqueza desde la productividad, invirtiendo y transaccionando de una manera limpia como la que exhiben sin vergüenza los megarricos

Ilustración: La gran ostentación capitalista.

El mundo está en venta es un libro muy recomendable para quien quiera cargar baterías contra la realidad que nos rodea. Contra un capitalismo hecho de abusos y de aprovechamientos que se está reforzando a lo largo del tiempo con tentáculos múltiples. Escrito por Javier Blas y Jack Farghi, habla de dinero y poder de los grandes comerciantes de la economía: los de las materias primas, petróleo, metales, alimentos, divisas... que mueven en general los recursos de la tierra. Lo hacen a través de transacciones movidas por el arbitraje, tanto el legal (diferencias de precios en mercados de cada momento, o entre los valores de ahora y los esperados a futuro), como el ilegal (saltándose embargos y sanciones por falta de respeto a los derechos humanos). Un comercio de comprar barato y vender caro aprovechando la carestía, la necesidad, las penurias en diferentes lugares o en diferentes circunstancias de los pueblos, y así apropiarse del excedente mayúsculo que eso permite, por cantidades ingentes y por precios abusivos.

Si la transacción tiene riesgo, ya se afanarán con todo tipo de corruptelas políticas y sobornos para beneficiarse de las guerras o las sequías. Así, en el mundo capitalista se han hecho y se están haciendo las verdaderas grandes fortunas, de las que sabemos muy poca cosa. El nombre a veces nos suena por la vía de algunas fundaciones, riqueza que la mano derecha da a la izquierda para así limpiar el rastro del daño que en su momento han causado. Sin escrúpulos primero y a limpiar las conciencias después. Marc Rich, Claude Dauphin, John Deuss, Olef Deripaska, Timchenko, Andy Hall, Cargill son algunos de sus nombres. Y sus empresas: Vitol, Trafigura, Glencore, Glasenberg, Petrobras... Negocios corruptos con Cuba, Sudáfrica, URSS, Congo, Zambia, Mongolia en diferentes momentos del tiempo. Actuantes en el mercado del fuel, cobre, aluminio, trigo. Muchos ellos desde empresas radicadas en Suiza pero actuando a través de países interpuestos (Malta, Islas Marshall, Caimán, Somalia, Liberia, islas del Canal), y con apoyo de entidades bancarias que, sancionadas, han reconocido parte de aquellos sobornos o el blanqueo de dinero que han favorecido (Credit Suisse, BNP Paribas, HSBC). La especulación con mercancías, un negocio tan antiguo como el esclavismo, una forma más de transacción que todavía en España mantiene algún patrimonio vigente.

Es una desvergüenza esa exageración de los megayates, muchos de ellos con bandera de conveniencia para no pagar impuestos

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Es imposible no pensar en estas fortunas extremas vista la exageración del capitalismo en el que vivimos, cuando uno comprueba el lujo de pagar 2.000 euros al día por una estancia hotelera, constata el precio que se paga por la apropiación de la naturaleza con grandes fincas de uso exclusivo y excluyente o pasea en verano por nuestros puertos más próximos: yates enormes a disposición de personajes de quienes es imposible pensar que se lo hayan ganado legítimamente, con su trabajo.

Nadie acumula tanta riqueza desde la productividad, invirtiendo, transaccionando de una manera limpia. ¿Dónde está el valor añadido de este disfrute de ocio de unos pocos megayates de megarricos cuando una montón de trabajadores de piel tostada, como antiguos esclavos, limpian, rascan, sudan la gota gorda con poco respeto por la utilización del fuel o del agua que derraman para enjuagar la sal? No me digáis que esto genera riqueza para los pobres que trabajan en eso y por los elevados consumos que provocan, alimentarios, de combustible, de amarres. ¿Qué enseñanza da a nuestros hijitos que con los padres contemplan toda esta ostentación? ¿Qué modelo de sociedad proyectan? «¿Cuál será, hijo mío, tu lugar?». «Padre, ¿qué tengo que hacer para ser un privilegiado como ellos?». ¿Cómo después alguien podrá decir que hay que emplear correctamente los recursos naturales, del consumo insostenible, del que en el mundo global todos somos parte?

Qué desvergüenza mostrar tanta ostentación de este capitalismo insensato, de escasa categoría, con lujos escandalosos de estancias y viajes, o de grandes yates amarrados en el puerto. Muchos con banderas de conveniencia para así no pagar impuestos y sin vergüenza de esconder sus impudicias pese al mal ejemplo que dan. Y por la sospecha fundamentada de que vaya usted a saber qué habrán hecho, de cuántos se habrán aprovechado, sobre qué poblaciones habrán abusado para generar tanta fortuna, y cuántos otros se habrán prostituido para hacerlo posible.

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