Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juan Carlos Padilla Estrada

LAS CRONICAS DE DON FLORENTINO

Juan Carlos Padilla Estrada

La historia de Marlene Engelhorn

Marlene Engelhorn es una muchacha de 29 años que estudia lengua y literatura alemanas en Viena. Hasta ahí nada extraordinario, si no fuera porque ha rechazado una herencia de 4.200 millones de euros que le correspondía como descendiente de los fundadores de BASF, la mayor empresa química del mundo.

«No es que no quiera ser rica, es que no quiero ser tan rica», ha sido su justificación. Y a continuación ha rechazado el 90 % de la citada herencia. «No debería ser mi decisión qué hacer con el dinero de mi familia, por el cual no he trabajado yo», explica Marlene, que insiste en su deseo de mayor justicia social porque, «de verdad», no necesita ese dinero.

Y además ha fundado una asociación que lucha para que los que más tienen más impuestos paguen: «Hemos llegado al final del camino cuando otros 250 millones de personas se verán empujados a la pobreza extrema este año».

La historia de Marlene es un buen motivo para que reflexionemos acerca de algo a lo que estamos muy acostumbrados: la desigualdad. El mundo se divide entre aquellos que piensan que el Estado debe intervenir para reducirla con impuestos y los que creen que el dinero está mejor en manos privadas y que ya es el mercado el que se encarga de poner las cosas en su sitio. Yo confieso que encuentro más confort en el segundo grupo pero algo en mi sensibilidad se entristece cuando contempla los excesos de este capitalismo desaforado y de los llamados «mercados», entelequias capaces de arruinar un país en una mañana o multiplicar ficticiamente el valor de una empresa desde un despacho: simple economía virtual.

Y en este mundo desigual vemos día a día cómo una minoría de personas acceden a un estatus de hiper mega rico: aquellos que no van a ser capaces de agotar su patrimonio y que pueden garantizar la subsistencia de varias generaciones tras ellos. Si a eso unimos los cientos de millones de parias que cada año aumentan las legiones de desheredados, no parece descabellado pensar que algo estamos haciendo mal.

¿Cuál es la solución? ¿Existe un término medio que pueda garantizar justicia social y estímulo económico para que la sociedad progrese? ¿Sería posible establecer una especie de tope por arriba que impidiera los desatinos de los hiper mega multimillonarios?

¿Hay otra opción que no sea la utopía comunista que ya sabemos cómo acabó, destruyendo el ansía de progreso y mejora del individuo?

El ejemplo de Amazon es pertinente: Esa empresa ha hecho colapsar millones de pequeños negocios y exterminado millones de puestos de trabajo. ¿Con qué resultado? Jeff Bezos se ha convertido en el tipo más rico del mundo, con un patrimonio estimado (que no real) de 194.800 millones de dólares: es decir, una sola persona ha condensado la riqueza que debería estar diseminada entre millones de trabajadores.

¿Hay alguna solución a este desafuero? Francamente, no lo sé. Creo que nadie lo sabe, o a nadie interesa encontrar ese punto de equilibrio. Porque los que sufren, los que integran esas legiones de parias apenas interesan a nadie, no tienen voz, no tienen influencia.

Quizá la historia de Marlene represente una buena ocasión para darle una vuelta a este sistema que nos hemos dado y que, vistas las evidencias, no funciona adecuadamente.

Compartir el artículo

stats