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Antonio Papell

El fracaso de la Formación Profesional

El principal problema que este país no ha conseguido resolver en sus cuatro décadas de democracia es la instalación de los jóvenes. Por un cúmulo complejo de razones, el devenir de las generaciones ya no es progresivo, como parece obligado por ley natural, puesto que la realidad demuestra que, en promedio, cada generación está condenada a vivir algo peor que la anterior. Hemos conseguido resolver con bastante solvencia el asunto de nuestros mayores erigiendo un sistema de pensiones que permite a los jubilados vivir con decencia y, en caso de crisis, socorrer incluso a los más jóvenes del núcleo familiar, pero hemos sido incapaces de facilitar el ingreso de los postadolescentes en el cuerpo social, de integrarlos en el mundo laboral y de facilitarles la autonomía necesaria para que puedan desenvolverse, formar una familia y desarrollar su vida con normalidad.

Durante los años peores de la crisis financiera, los datos eran sobrecogedores ya que llegamos a alcanzar tasas de desempleo juvenil del 50%. En el primer trimestre de este 2022, el paro entre los menores de 25 años ha rozado el 30%, lo que nos sitúa en el último lugar del ranking de la Unión Europea (Grecia, que estuvo históricamente peor que nosotros, nos ha superado recientemente). La excentricidad de estos datos queda de manifiesto si se comparan con los de Alemania, donde el desempleo entre los jóvenes es solo del 5,5 %, o con los de Francia, donde alcanza el 16,3%.

En España, además, es reseñable la pésima situación de quienes tratan de ingresar en el mercado laboral con menos de 20 años; el desempleo en este tramo es de más del 46%, en tanto que quienes se aproximan a los 30 años tan solo han de abrirse paso entre un desempleo de poco más del 18%, lo que indica que no hay mecanismos que actúen como puente entre la esfera docente y la laboral.

Si se indagan las causas de esta situación, se requerirá una explicación compleja, pero los expertos suelen señalar dos factores sistémicos: la existencia de brechas de formación en algunos colectivos de jóvenes y la falta de políticas activas de empleo.

El primer factor de los indicados hace referencia a una oferta educativa desvinculada de la realidad del mercado laboral. En 2021, se atravesó la frontera de los 9 millones de ocupados con estudios superiores, y sin embargo sigue habiendo muchos sectores donde falta gente cualificada que pueda realizar las tareas. En este capítulo, la Formación Profesional es básica, ya que no tiene sentido la sobrecualificación que tanto abunda en nuestro país (gente universitaria en tareas que no requieren estudios superiores), mientras faltan especialistas en tareas que requieren una cualificación especializada. Se da en España la paradoja de que hay mucho paro juvenil y al mismo tiempo hay mucho empleo vacante en sectores determinados.

En definitiva, hay que ajustar la oferta a la demanda, en un sector, el de la educación, en le que coexisten escuelas de FP públicas y privadas, y para ello, además de cierta organización/planificación, son necesarias políticas activas con cierta capacidad de previsión, de forma que las generaciones que salen del sistema educativo puedan acoplarse a un mercado laboral cambiante a gran velocidad.

En la Comunidad de Madrid, Comisiones Obreras han denunciado que 33.275 estudiantes se han quedado este año sin plaza en la FP pública, de forma que el 55% de los jóvenes madrileños tendrá que buscarse materialmente la vida para continuar con unos estudios útiles que los capaciten para trabajar. La FP privada cuesta dinero, y solo una minoría de aspirantes dispone de recursos. Estamos, en fin, ante una laguna que afecta al espíritu constitucional, que indica que el sistema educativo ha de acompañar a la persona hasta que comience con éxito su vida laboral. No es Madrid la única comunidad falta de recursos. El año pasado, fue Cataluña la denunciada por un motivo semejante…. De lo que se trata no es de competir por competir sino de resolver un problema muy sensible que desmoraliza e indigna a los más jóvenes, con quienes tenemos contraída una grave responsabilidad moral.

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