Definiré de inicio el objeto del artículo: poner en valor a los miembros que conforman la Unidad de Vehículos de Accidentes de la Policía Local de Palma (UVAC), explicar sucintamente su trayectoria, reiterar el déficit organizativo y apuntar un par de detalles sobre investigaciones internas.

A principios de siglo, la apuesta discrecional de Cort—eficaz en la década anterior— por la lucha contra la inseguridad ciudadana, había dado su fruto, hasta el punto que mejoró tanto que dejó de ser necesaria.

La ciudadanía demandaba la vuelta a las competencias propias. El alcalde Fageda lo entendió, tomo decisiones valientes y estableció un magnífico modelo de policía de barrio —el mejor que ha habido hasta ahora. Responsables sucesivos no lo supieron mantener y otros lo fueron desmantelando. En definitiva, la suma de esas casi dos décadas de deficitaria gestión técnica y política, es la clave de la mala situación en que se encuentra la PL de Palma.

En plena reconversión del modelo de seguridad local, centrado en la recuperación de la visión de la policía de proximidad, y paralelos al mismo, hubo al menos, tres acontecimientos destacables durante el año 2001, en los que colaboré.

El primero fue la amortización de las funciones del equipo de investigación denominado Grup Operatiu (GO), le siguió la recuperación de la Unidad de Intervención Inmediata (UII), y algo más tarde e inspirado en las tareas de implantación de la UII, se «reinventó» la sección Coches de Accidentes que, era la encargada de la investigación de los siniestros de tráfico. Accidentes, había sufrido en primera persona el abandono de la organización, por enfocar su mirada a tareas de policía judicial y había que recuperarla. Una unidad que había sido «élite», no tenía ni una mísera oficina. Los recuerdo en una mesa «aparcados» en un pasillo. Al nuevo proyecto lo denominamos Policía Científica de Accidentes (PCA).

Bajo la dirección del mayor Salvador Bauzá Garí, con la austeridad propia de la época y el estilo de gestión del GO, se adaptó en la medida de lo posible a la UII y a la PCA. Sistemas, procedimientos… especialmente en el tratamiento de accidentes mortales, repartiéndose su material técnico entre las dos secciones.

Centrados en la PCA: heredó los equipos fotográficos, dactiloscópicos, reveladores de números borrados, maletines post-mortem, de vaciado de huellas y el resto de material relacionado con el desarrollo de inspecciones oculares junto al vehículo utilizado para ello, bautizado como Fénix.

Algún tiempo después, tras el periodo formativo, presentamos a la nueva PCA durante el desarrollo de una mesa redonda en el Club Diario de Mallorca en el año 2002. Benjamín Palau, desgranaba el proyecto en estas páginas un domingo de agosto del mismo año. A partir de ahí, iniciamos con ilusión la nueva etapa que, en mi caso, finalizó en 2006.

En el año 2011, se modificó —con buen criterio— la denominación y se convirtió en la UVAC actual.

Han pasado cerca de veinte años. En este tiempo, sometidos como cualquier colectivo a las previsiones de la campana de Gauss, los agentes han demostrado capacidad técnica y profesionalidad. Y, a pesar de que no exista una titulación homologada, poseen formación. Aun así, deberían actualizar su estructura de funcionamiento y ser dotados de mandos, vehículos, medios técnicos modernos y directamente «mimados».

A día de hoy los profesionales de accidentes no están alojados en un pasillo, pero sus históricas funciones «irrenunciables-municipales» de Tráfico al igual que las de Convivencia o comunitarias representadas por la Policía de Barrio, tienen un peso específico irrelevante que, en modo alguno hace sombra a las funciones «voluntaristas-estatales» de seguridad ciudadana en sentido estricto.

Este modelo sobredimensionado, propicia que la «cotidiana violencia ambiental» esté desatendida, mientras que la «ocasional violencia delictiva», acapara la mayor parte de la atención y dedicación de la organización. Ellos, y sus competencias forman parte de ese remanente de «volitiva extinción».

Bien, directamente o desde la perspectiva de mi escalafón en la jefatura de la policía judicial, tuve ocasión de comprobar su habilidad en múltiples ocasiones. Esa posición, también me permitió visualizar lo complicado que resulta investigar a compañeros.

No me voy a extender. El tema afecta no solo al conocimiento personal, sino a la obligación de sobreponer sentimientos a la profesión y todo ello auditado por el colectivo. He visto detener a compañeros, y tener que interrumpir su declaración en presencia de abogado, por echarse a llorar. No el policía detenido, sino el policía investigador. Hundirse, recuperarse y continuar profesionalmente su labor. Y luego… tener que seguir trabajando juntos…

Con ello quiero decir que, al margen de la necesaria imparcialidad aparente y real, resulta mucho más «pacífico» que la investigación la desarrolle otro Cuerpo, o compañeros de latitudes alejadas, como suelen hacer las policías estatales. Un peaje más por carecer de policía autonómica.

En cualquier caso, —en el contexto explicado en su día— reitero el acierto de la reciente decisión judicial de traspasar la investigación del accidente mortal del Paseo Sagrera a la Guardia Civil, aunque no me cabe duda de que sus conclusiones, básicamente, coincidirán con las de mis —profesionales— compañeros de la UVAC.