Les costó, pero lo consiguieron. Tras una ardua contienda, el Port del Molinar no se ha ampliado. En una ejemplar muestra de resistencia ciudadana que duró más de un lustro, en la que confluyó un amplio tejido asociativo, el Molinar está en vías de tener un pequeño y acogedor espacio portuario en un entorno privilegiado.

En la mejora de la infraestructura está por ver cómo quedará el edificio del puerto, y aunque no tenga que ver con la obra en sí, demasiadas fachadas de viviendas de primera línea distorsionan el carácter marinero del barrio ante la indiferencia municipal.

En el contexto del proyecto, se ha instalado —demasiado cerca del agua y sin sombra alguna—una zona de juegos infantiles, una explanada, y se ha construido un pequeño paseo mirador elevado con tres largos bancos.

En general prima la piedra y aunque para mi gusto peca de minimalista, el resultado, salvo mis reticencias sobre la zona infantil, es agradable, pacífico y funcional.

No todo iban a ser parabienes. El pasado quince de julio, Josep Capó en Diario de Mallorca se hizo eco del malestar de los vecinos del Port Petit, calificando como «pesadilla» el uso que determinadas personas dan a su explanada. Una frase lo resume: «A diario se producen problemas de incivismo y aglomeraciones de personas hasta altas horas de la madrugada». Asimismo, trasladan su indignación por la ausencia e indefinición de la respuesta policial ante el problema. Respecto a la falta de atención de la policía local, refieren: «No tenemos ahora mismo ninguna patrulla disponible para enviar a la zona».

Ninguna novedad. Nos hallamos inevitablemente ante un espacio abierto proclive a la concentración humana. Podemos encontrarnos, como el pasado viernes pasadas las diez de la noche, con unas cincuenta personas bailando por parejas el estilo Lindy Hop a ritmo de Swing en el paseo elevado, sin molestar —a mi modo de ver— a nadie.

Por otro lado, la reunión puede tener connotaciones incívicas y desarrollarse, además a horas intempestivas. Otras zonas de Palma probablemente se verán reflejadas en la descripción.

En ese entorno, por suponer un peligro añadido a la confluencia del tránsito peatonal con el de bicicletas y patinetes, podemos citar un despropósito más de la configuración de la red de carriles bici de Ciutat. Me refiero al tramo de unos quince metros comprendido entre los números 77 y 81 de la calle Vicari Joaquim Fuster, en el que, ante el desconcierto de todos los usuarios, —incomprensiblemente— el carril bici desaparece. Esos 15 metros interruptus «de tierra de nadie» deberían, en su caso, tener un paso señalizado para peatones. Sin embargo, solo aparecen dibujados en ambos extremos cercenados del carril bici, enigmáticas señales de ceda el paso. Huelga decir —faltaría más— que todos los usuarios del carril bici obedecen las señales, se paran, observan si algún vehículo misterioso utiliza el paso que le han cedido, y al no aparecer ninguno: continúan. Quizá algún día pase el tranvía al aeropuerto.

Volviendo al paseo elevado del Port Petit, observando sus tres magníficos bancos de piedra de unos diez metros de longitud, aprecio que varios filósofos del rotulador permanente han ensuciado con trazos hirientes los tres elementos. De espíritu animalista, también aparece citado un felino de gran tamaño en varias ocasiones. No voy a ejercer ni tan siquiera de una mínima resonancia descriptiva de su vandalismo, la Autoridad Portuaria ha tenido reflejos y el lunes dieciocho los ha limpiado a primera hora de la mañana. Deberían tomar nota otras Administraciones de su eficacia.

Entonces, ¿qué hacemos con los vecinos?: Conviene que se armen de paciencia, esperar que la cosa no vaya a más y lamentar que los responsables políticos y policiales sean incapaces de prever y poner remedio a la situación que esos espacios propician. Bueno… y seguir quejándose, claro.

Una patrulla policial peatonal — a pie, andando, caminando, fuera del vehículo, descansando de vez en cuando...— permanente en la zona en las horas críticas de aforo paliaría en gran medida el problema. No debería ser tan difícil, la aglomeración de personas en horario nocturno lo pide a gritos.

La frase final, bien vale para cualquier barrio de Palma aquejado de similar incivismo.