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Felipe Armendariz

PENSAMIENTOS

Felipe Armendáriz

Ya no nos acordamos de Ucrania

Ya no nos acordamos de Ucrania. Nuestra memoria es frágil y nuestra solidaridad caduca muy pronto. Ahora solo nos preocupa la inflación (¡vaya pesadilla!) y la posibilidad del corte del gas ruso.

La mañana en que empezó la guerra (comenzó antes, pero estábamos dormidos) sentimos un escalofrío y una tremenda pena por la suerte de los ucranianos. El conflicto, no por anunciado, nos cogió de sorpresa y automáticamente lo hicimos nuestro, por desarrollarse en Europa y ser los invadidos muy parecidos a nosotros. Los primeros días la guerra captó toda nuestra atención y muchos temimos que la nación atacada iba a resistir muy poco ante uno de los mejores ejércitos del mundo.

Nos equivocamos y ahora la guerra no nos atrae y hasta resulta molesta. ¿Quién se acuerda ahora de los cientos de miles de refugiados ucranianos, en su mayoría mujeres, niños y ancianos? Sabemos que algunos viven en España, pero no nos preocupa lo más mínimo su presente, ni su futuro. ¿Quién piensa en los muertos por los misiles y disparos, sean ucranianos o reclutas rusos?

Las pocas imágenes del conflicto que ahora se transmiten no nos conmueven, pero no hay víctimas de primera y segunda categoría.

En unas pocas semanas la guerra ha pasado a un plano muy inferior. Lo que nos incomoda es la imparable subida de precios y los negros augurios de una nueva recesión en otoño. Seguimos sufriendo una gravísima enfermedad en Occidente, pero no pensamos en su curación. Nos inquieta solamente nuestra comodidad y bienestar.

La crisis se ha atascado y ya nadie habla de la Tercera Guerra Mundial, con su orgía apocalíptica de armas atómicas.

Quizás está situación es un simple mecanismo de defensa, ante algo malo, muy malo, que no podemos controlar y nos desborda. Pero probablemente nuestra actitud sea más bien fruto del egoísmo y de la inmadurez.

Somos egoístas y racistas, aunque no nos gusta admitirlo y mucho menos que nos lo echen en cara. Por ejemplo, nunca nos han importado los cientos de personas que mueren cada año tratando de llegar a nuestras costas. No hace falta ir a Canarias, Ceuta o Melilla para encontrarse con víctimas mortales de las pateras. En Balears ya se han dado casos similares. Habrá más. No son blancos ni rubios.

Maquillamos nuestras respuestas individuales ante el problema de la inmigración ilegal. También nos va bien el discurso político de mano dura en las fronteras africanas contra los sin papeles.

Pronto empezaremos a pensar que Ucrania debería rendirse (diremos «negociar» como eufemismo) para recuperar nuestro bienestar. Más la «normalidad» tardará en volver y no tendremos más remedio que gastar mucho más dinero público en armas y soldados. Rusia no nos lo va a poner fácil y si se calma, saldrán otros enemigos próximos o lejanos.

Ucrania ya no es noticia de portada, pero está ahí. Nos gustaría pasar pronto esta página, más no va a ser posible.

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