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Alex Volney

La inmensa belleza de las Formigues (II)

Siempre se ha dicho que la fortaleza física es decisiva en las situaciones límite. Parece que la fortaleza de Ramon LLull era casi extraterrestre. No era ningún joven cuando naufragó, junto a su ayudante, delante de las costas de Pisa. Parece que siempre se ha contado que después de nadar, y tocar tierra, reescribió inmediatamente los papeles perdidos e incluso acabaría, en esa ciudad, un par de obras. Reescribió todo lo mojado y continuó su objetivo. El otro terrícola extraño que le ha ido a la zaga fue Josep Pla a quien los eunucos de la literatura tildaron rápidamente de misógino. Su amigo Josep Martinell lo desmentiría rotundamente. Pasan los años y los carroñeros de siempre siguen colgando sus etiquetas. La realidad es otra, como la belleza intrínseca de les Illes Formigues. No se aprecia a la primera, pero está ahí. Fabuloso decorado de antiguas batallas y de no pocas batallitas. Al doctor iluminado le faltaba solo la capa, mientras que Pla practicaba encontrar el lugar y el momento adecuado. Lo iba probando, no siempre acertaba.

Cuando al autor de El Quadern Gris le pedían por este capítulo miraba hacia otro lado o cambiaba de tema. Las referencias por parte del autor son mínimas. El hecho pudo ser dramático. El pintor Josep M. Prim pasaba los veranos en el Canadell, la parte bien de Calella de Palafrugell. Aficionado al mar y muy buen navegante tenía buena amistad con el escritor. La tarde del 5 de septiembre de 1935 Pla le pide la barca a su amigo. Era la época que vivía en Madrid casi todo el año y era el cronista parlamentario mejor informado. Lo leían tanto amigos como contrarios, el ambiente político ya empezaba a complicarse. Antes de reincorporarse quería exprimir el tiempo en el Canadell, enseguida volvería a La Veu de Catalunya y no pararía en todo el año. Una de las maneras de divertirse era la vela y la de Prim era una embarcación de vela latina.

Soplaba garbí y la mar estaba un tanto movida. Sus amistades aseguran que no era muy hábil en esos manejos y cuando hacía viento, mucho menos. Pero esa salida tenía un aliciente importante, no se podía suspender. Iba acompañado de una joven señora de la colonia de veraneantes de Calella. Todo el misterio alrededor de este accidente se debe precisamente a este detalle. Cuando ocurrieron los hechos tardaron muchísimo en entender lo que pasaba. Al salir del Canadell soplaba viento y la mar ya estaba picada. En una falsa maniobra en aguas de las Formigues la barca giró y quedó totalmente volcada. Delante de la Cala dels canyers entre Cap de Planes y l’Agulla de Castell. A continuación sucedieron más cosas, la situación era tan comprometida para ambos que la joven señora nadó hasta la playa donde el Sr. Noguer pasaba el verano. Enseguida lo avisó del lamentable accidente.

Josep Pla había quedado cogido a la barca. Era una época que se tomaba las cosas de cachondeo, pero seguía teniendo ese sentido de la responsabilidad que lo caracterizaba y más si se trataba de la propiedad de otro. Le interesaba salvar la barca de su amigo. La náufraga recibió ropa seca de la Sra. Noguer y muchos ánimos pues la indignación, por la poca maña en el manejo de la vela por parte de Pla, la iba acelerando por momentos. Ella se daría a conocer, al matrimonio que la ayudó, de la forma más natural, pero estos nunca revelarían su identidad. Incluso después de muertos el secreto sigue ahí. Mantuvieron la palabra de no dar a conocer nunca quien era la acompañante. La chica finalmente marchó a pie hacia Calella cruzando los bosques que entonces había. Era el mismo instante en que el escritor permanecía aún agarrado a la madera de la nave sin poder quitarse ni pantalones ni ropa que le dificultaban mucho las cosas.

El garbí (suroeste) lo iba desplazando del lugar del naufragio y cuando el Sr. Noguer lo rescató en aguas de las Formigues ya era bien entrada la noche. Había pasado unas cinco horas en el mar de forma dramática. La suerte como en Llull, aunque mucho más joven, en parte, consistió en su buen estado físico.

El naufragio es realmente cierto pues existe una medalla de salvamento. Parece ser que las lumbalgias lo acompañarían toda la vida desde aquella tarde-noche. El autor de Llofriu no daba detalles, nunca. El salvador lo visitó pues era necesario que el náufrago reconociese que se había realizado el salvamento. Dos meses más tarde en Palamós se organizó una fiesta que celebraba ese final feliz en el sentido más clásico y decepcionante para el laureado escritor.

El alcalde, el comandante de Marina, el teniente de la Guardia Civil, el rector… todos estaban allí. Amigos y familiares del salvador. No suele pasar nunca que los náufragos acudan a las fiestas «alive and kicking». Cuando pusieron la medalla al Sr. Noguer, Pla ya estaba en Madrid. Un naufragio real, pero poca gente se enteró realmente de lo que ocultaban los hechos. De la señora que navegaba con Pla no se habló, era la primera y más interesada en silenciar la aventura. El Sr. Prim, un buen hombre, no dió importancia al accidente.

De Pla, su amigo Martinell, el pintor, asegura que es muy posible que este naufragio ocultase muchas intimidades de esas que no quieren ruido y es mejor dejar y más cuando se trata de su amigo Josep Pla que parece ser estaba mucho más cerca de ser un caballero que de haber sido nunca un vulgar y recalcitrante misógino que es lo que se nos ha querido vender.

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