Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Cuervo

Artículos de Broma

Javier Cuervo

El ombligo vuelve al aire

El verano saca el ombligo al aire a través de la moda. Es la cicatriz hermosa del cuerpo. La dejan las madres. Las otras cicatrices que dejan salen al aire en las consultas de los psicólogos y en los comportamientos raros. Según nacemos recibimos un corte. ¿Qué se puede esperar de la vida?

Conocí un tío que decía tener un amigo sin ombligo. En internet no me aclaro si es posible tal cosa. El sinombligo había hecho de ello un modo de llegar a fin de mes. Cuando andaba desplumado ganaba dinero en los bares apostando que no tenía ombligo. De ese relato me viene la tontería que de sólo Dios no podía tener ombligo porque no nació. Los teólogos que dedicaron tantos años a bizantinismos tienen que haber tratado en algún momento que Dios no tiene ombligo, pero Jesús sí porque, aunque de virgen, nació de parto natural. ¿Alguna herejía representó a Cristo sin ombligo? No que yo haya visto y, no es por falta de representaciones. La académica británica Mary Beard hace notar que la casta Iglesia Católica coloca en el centro de sus templos un desnudo masculino. Siempre tiene ombligo.

No es el cristianismo el que repone el ombligo a la vista, sino la moda, religión con más practicantes. Mostrar el ombligo es un privilegio de la juventud. En sí mismo no sirve para nada, pero muchas veces funciona como una señal de tráfico que advierte de la proximidad de algo. Cada uno le da un significado. La hostelería de terraza se expresa en camareras con ombligo; la de interior, no. En la tele estadounidense, un ombligo que no saliera de un bikini estuvo prohibido hasta 1983, como ahora se censuran los pezones en Internet y la guerrilla de la moda anda estampándolos en telas y camisetas como una forma humana del animal print.

Vuelve el ombligo porque la moda se repite cada 20 años y a comienzos del siglo XXI con los tops mini y los pantalones de bragueta cortísima, el ombligo se asomó a ver cómo caían las Torre Gemelas, la cicatriz que aún duele a la política internacional y que ha desfigurado a la democracia.

Compartir el artículo

stats