Si alguien representa, con su actitud psicológica vital, este tipo de afrontamiento, no cabe duda, ese es ‘nuestro’ (toda España lo hemos adoptado), tenista manacorí Rafael Nadal (RN). Ya sabemos que nadie mea colonia ni suda chanel five pero, si alguien lo sabe, ese es RN, a pesar de su prestigio, de su brillantísima e inigualable biografía y de la admiración generalizada. Al margen de eso, Nadal no es un ombligópata narcisista y sobrao.

RN es el icono nacional desde hace mucho tiempo. Él ha construido un rastro a lo largo de su trayectoria profesional jalonado con hitos de ejemplaridad. Como dice Murray, «todo cuanto puedas hacer o sueñes que puedes hacer, empiézalo. La audacia entraña genio, poder y magia». Nadal es un tratado de psicología positiva. Autenticidad, prudencia, comprensión empática, credibilidad, humildad, gratitud, predisposición positiva, flexibilidad psicológica, alto gradiente de responsabilidad, de compromiso ético y una alta resiliencia, en cuya construcción tiene que ver, y mucho, el vínculo con su tío y con su familia. Todo esto aderezado con una buena dosis de humildad y de respeto.

Esos son sus valores y él actúa congruentemente con ellos, esto le facilita la aceptación realista y la adaptabilidad a los diferentes contextos. RN se ha construido un potente cash cognitivo y afectivo. En esa tarea difícil de ser humanos, que ocupa toda nuestra biografía, Nadal nos ha mostrado cómo se puede tener compasión por uno mismo y por los demás. Él se ha ido graduando progresivamente y ahora es honoris causa del claustro de la Universidad de la Vida, la auténtica universidad, donde la realidad siempre es un buen negocio y donde se construye el verdadero púlpito y cátedra personal, desde donde se practica la pedagogía real y fértil.

Nadal es un consumidor de la realidad. No solo ha crecido, sino que ha progresado. Hemos visto cómo reacciona ante las grandes victorias y cómo afronta sus grandes derrotas, dando muestras de una sana autoaceptación. Rafa saca sobresalientes en el reto de ser normal. Ve la adversidad no como obstáculo sino como un reto, lo que le permite atreverse a pensar lo imposible y marcarse el desafío de intentarlo.

Talento, mucho trabajo, dedicación, perseverancia, voluntad y entusiasmo, esos son los ingredientes nadalianos. Si observamos sus reacciones emocionales y conductuales antes los éxitos y ante las adversidades, vemos que es relevante su capacidad autoexpresiva (ser quién eres), donde surge espontánea y auténticamente el yo nadaliano. Dicen que «algo tendrá el agua cuando la bendicen». Bien, pues algo habrá hecho el tenista cuando goza de la admiración y del respeto de todos. Es así como se plantea sus objetivos y sus desafíos. Compite a tope, sabiendo ganar y perder. Es por eso por lo que sus contrincantes le respetan y lo admiran. Nadal muestra, cuando pierde o deja de jugar por sus lesiones, esas condiciones inherentes a la condición humana en cuanto la vulnerabilidad, la falibilidad, la imperfección que forman parte del entramado de la vida.

Su humildad le facilita luchar contra la autoexigencia y autocrítica tóxicas, así como admitir que no podemos controlar todo y que en cada momento hacemos solo lo que podemos. Eso facilita darnos permiso para ser normales y corrientes, como se siente y se muestra él. Por eso también lo respetamos más. Por otra parte, Nadal es Nadal y sus circunstancias, es decir, su contexto interpersonal y su solidez vincular, donde destaca el papel de su tío y las conexiones afectivas familiares. Quizás Scott Peck pensaba en Nadal cuando dijo aquello de «la ausencia de miedo no es coraje. El coraje es la capacidad de seguir adelante a pesar del miedo y del dolor».

Para acabar estas reflexiones quiero compartir con ustedes esta reflexión de Dubus, que asoció a la pedagogía nadaliana: «recibimos y perdemos, y debemos tratar de alcanzar la gratitud; y con esa gratitud, abrazar con todo el corazón lo que quede de la vida después de las pérdidas». Qué difícil es racionalizar y aceptar que un país que se identifica absolutamente con los valores de Nadal, soporte y aguante las conductas narcisistas y la mitomanía en la cual están instalados muchos de nuestros seudolíderes políticos. La excelencia personal y profesional frente a la mediocridad. La autoestima sana, empática y humilde frente la egolatría y el pocoyoismo. La responsabilidad, frente a la victimización y a la proyección de la culpa sobre los demás. La ejemplaridad, frente al todo vale. La Catedra, con mayúsculas, frente a la tesis plagiada.

La autoridad que le sobra a Nadal contrasta con el déficit que algunos políticos, saciados de poder, tienen de ella. Nuestra memoria y nuestro agradecimiento, por los numerosos ratos felices que nos ha proporcionado. Genoma, ambioma, epigenoma y neuroplasticidad. Esa es la magia nadaliana. Por cierto, ¿no es hora de que la UIB aterrice en la realidad, reconozca los méritos sobrados y homenajee como Dios manda y como la sociedad civil exige a RN?

Ah, y recuerden aun, aquí y ahora que estamos en derrota transitoria pero nunca en doma.