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Miguel Vicents

Cort aborchorna al ciudadano

El Ayuntamiento de Palma ya no defiende al ciudadano, lo abochorna. El ridículo sideral que ha protagonizado esta semana con la semana del Orgullo y la destitución de Sonia Vivas corona, un año antes de las elecciones y con un episodio esperpéntico, un legislatura marcada por la ineficacia y los proyectos inacabados. Y sobre todo deja la sensación fatal de que cualquier alternativa política que llegue después de las elecciones será mejor, porque empeorar a este equipo de Gobierno infantiloide, más preocupado por contentar a sus respectivas capillitas que al interés general, parece una meta absolutamente inalcanzable.

El balance de legislatura no se aguanta. Se salvan, eso sí, las medidas aplicadas para cambiar la movilidad de la ciudad y reforzar el transporte público, el único esfuerzo digno de mención. Pero los grandes proyectos urbanos siguen a la espera. Ni bulevar en el Paseo Marítimo, ni gran bosque hasta el Parc de sa Riera, ni Son Busquets, ni nada de nada. Sin embargo, la izquierda ha alumbrado un Plan General que ha recibido infinidad de críticas por desarrollista, mientras las grúas asedian el bosque de Bellver en la Bonanova, Gènova y sa Taulera, la ciudad crece por el levante pero a precios inaccesibles para los trabajadores y los desahucios se multiplican, pese a la oficina municipal dedicada a la mediación.

Los espacios artísticos de Cort han sufrido un bajón de calidad tan grande que no se recordaba y la programación de los teatros municipales resulta absolutamente irrelevante. Sin embargo, lo más grave es el abandono de los vecinos de barrios como Santa Catalina, ignorados y sometidos a auténtica violencia administrativa por su propio Ayuntamiento: obligados a denunciar las mismas irregularidades una vez tras otra sin que nadie les haga caso, mientras los expedientes de sus denuncias van a la basura y los infractores que tienen frente al portal de su casa se ríen otra vez en su cara

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