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Pilar Garcés

EL DESLIZ

Pilar Garcés

Coches miniatura para los chavales

Ilustración. Elisa Martínez

Mucho le ha sorprendido lo del nuevo carnet de conducir B1 a una madre como servidora, que tiene que argumentar a diario sobre los beneficios del transporte público cuando la prole se queja de lo mal que huele el autobús, del calor que hace dentro, de los frenazos que pega y de lo mucho que tarda los fines de semana. Lo de la movilidad sostenible, el calentamiento global, que se derriten los casquetes polares y demás no convence a los niños apretujados y sudorosos, y seguramente tampoco a los usuarios de los trenes, metros, autocares de línea y demás, tristemente acostumbrados a largas esperas, frecuencias escasas y medios de locomoción viejos porque en este país, con honrosas excepciones, la inversión en transporte colectivo es una quimera. «O sea, que somos unos pringados», me soltó mi hijo cuando le expliqué que no me parece de recibo desaprovechar su billete gratuito sufragado con los impuestos y pagar casi tres euros por poco más de una hora en un aparcamiento municipal, que así te sale la extraescolar a precio de caviar. Cuando cumpla los 16 se podrá sacar el nuevo B1 y pedirme que le compre uno de esos «cuadriciclos pesados» tan cuquis que por lo visto el Gobierno promueve. Vehículos pequeñitos, con diseño futurista, y casi todos eléctricos que se ponen a 90 kilómetros por hora (qué miedo) para ir por la ciudad y por carretera, con un precio medio a partir de los 10.000 euros. Parece que la DGT se dirige con esta novedad a un millón de chavales, que hasta ahora esperaban a los 18 años para poder conducir coches y no les quedaba otra que coger el autobús, la bici o una motocicleta. Esperemos que no todos decidan hacer uso de esta nueva oportunidad de llenar las calles de trastos para uno o dos pasajeros y se animen a seguir perteneciendo a esa especie en vías de extinción llamada peatón. O pringado, según el cristal con que se mire.

Estarán contentos los fabricantes de coches eléctricos por este nuevo nicho que les abre Pedro Sánchez. No sé que pensará su ministra de Medio Ambiente, que aún no nos ha arreglado lo del precio del kilovatio casero cuando ya se nos genera una nueva necesidad de consumo. Los alemanes han afrontado las consecuencias para el mercado energético de la invasión de Ucrania desincentivando el transporte particular y creando un bono mensual de 9 euros que permite a los usuarios coger cualquier medio público de locomoción en todo el país. Por aquí se está estudiando algo similar, pero sin prisa, y adelantando que la cosa se complica por las diferentes políticas de las autonomías en esta materia. La apuesta clara por una movilidad menos contaminante ni está ni se la espera, por estos lares con nueve euros te vas al aeropuerto pero no vuelves. Mientras tanto pongamos al volante a la chavalería que se lo pueda permitir, y llamemos a eso avance. Pero los coches son coches independientemente de su tamaño y solo hay dos opciones: sumarlos al atasco permanente que asfixia la mayoría de los pueblos y ciudades, y al problema del estacionamiento, o quitarlos ofreciendo alternativas colectivas modernas y suficientes. Un vehículo por persona, incluidos los turistas que añaden los suyos por miles; un coche para cada miembro de la familia, incluidos los que aún no votan. Qué necesidad había de ampliar la movilidad privada de los menores, yo creo que ninguna. Solo nos queda rezar para no acabar topándonos con sus monadas de cuadriciclos por las aceras, como pasa con los patinetes.

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