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Matías Vallés

Al Azar

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Gabriel Rufián se ha hecho español

Gabriel Rufián llamó “tarado” a Puigdemont, al nivel de los eructos de la caverna pero blasfemando desde la portavocía de Esquerra Republicana en el Congreso. El diagnóstico concreta que el diputado independentista se ha hecho español. De la rama rebelde y destemplada, la más radical, para acentuar el peso de su conversión. Esta incursión en la herejía goza sin salir de su grupo de precedentes ilustres, ERC reemplaza periódicamente a sus enviados a Madrid por caer seducidos ante la fe centralista. Históricamente era Rubalcaba el encargado de españolizar a los catalanistas recalcitrantes, a falta de desvelar quién ha heredado la encomienda.

La suerte de Rufián está echada. Su caída no procede de su diagnóstico de Puigdemont, a falta de determinar si será extirpado de Madrid por sus propios excesos léxicos o porque el país de Núñez Feijóo ha extirpado los insultos que caracterizaron a Casado. Ya es mala suerte, debutar de español y equivocarse de época. Junqueras se enfrentó recientemente a la pregunta de si Rufián era la imagen que necesitaba Esquerra. Contestó que «es un diputado y una persona extraordinaria en muchos sentidos, tanto por sus habilidades a la hora de hablar como por su honestidad». La honestidad no siempre se ve recompensada en España.

El pecado original de Rufián consistió en cambiar la historia de España, y no solo de Cataluña, con su tuit sobre las «155 monedas» que impulsarían a Puigdemont a convocar elecciones en octubre de 2017. El entonces president anuló la decisión que había tomado, declaró una independencia de opereta y el cambio de rumbo envió a la cárcel a los miembros de la Generalitat que no cruzaron la frontera. Ante la posibilidad de que Rufián ya sea historia, con referencias a su figura en pasado, fue clave en desenmascarar y por tanto desmontar la efervescencia golpista de una ultraderecha que no pretende asimilarlo sino expulsarlo del país. Se asiste en realidad a un choque cultural. El represaliado puede encajar con la E de Esquerra y con la R de Republicana, pero difícilmente con la C de Clerical.

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