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Antonio Tarabini

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Antonio Tarabini

Para qué los fijos discontinuos

El sistema de contratación de Fijos Discontinuos, parecía casi una exclusiva de Balears, desde donde surgió la iniciativa en los años 1975/76. Pero hace una fechas su extensión a escala nacional ha provocado múltiples valoraciones, llamando la atención y la preocupación la voz de alarma del reciente presidente del PP y se presupone futuro candidato a la presidencia del Gobierno Español, Alberto Núñez Feijóo. En un programa radiofónico del pasado 2 de junio el Sr. Feijoo acusó al Gobierno de «maquillar los datos del paro» porque «lo que antes era un contrato temporal y por tanto estaba en el paro ahora es fijo discontinuo y no computa en el paro»; es decir «lo que se ha hecho es una precariedad indefinida». El Sr. Feijoo no se ha enterado de que los contratos de fijos discontinuos ya existían antes de la reforma laboral «y no ha cambiado la manera de registrar a estas personas en las estadísticas».

Los fijos discontinuos no figuran en el paro cuando están inactivos. Pueden cobrar su prestación por desempleo aunque no estén registrados como parados en las estadísticas del Ministerio de Trabajo. En los periodos en los que están parados (de baja) no computan como parados pero tienen derecho a cobrar su prestación de desempleo por haberlo generado y dejan de percibirlo cuando se hace el llamamiento de retorno a su actividad. Para estabilizar la fijeza en el empleo, la figura del fijo discontinuo se basa en que las actividades donde se aplica (más concretamente en turismo, realidad socioeconómica básica en Baleares) son actividades permanentes durante el año que pueden y sufren inactividad circunstancial por causa del producto y de la oferta/demanda.

Lo expuesto, puede parecer confuso incluso para el señor Feijoo, pero nace en Baleares donde ya en la década de los 70, la actividad turística era intensa pero radicalmente estacional... En aquellos entonces, la mayoría de trabajadores sobre todo de hostelería, tenían un contrato inestable (temporal y precario). La situación era insostenible y estallaron las chispas cuando en las fechas previas a la Semana Santa de 1976 se organizó una manifestación masiva de trabajadores en protesta por su inestabilidad laboral. Esta manifestación fue un grito de alarma, incluso para los empresarios. Estando en 1976/77 gobernando el país Adolfo Suarez y siendo ministro de trabajo el «falangista» Solís, un conjunto de sindicalistas, entre los que figuraba Francisco Obrador se reunieron con el citado ministro para buscar formulas jurídicas contractuales para hacer frente a la inestabilidad y precariedad casi permanente, y comenzó a surgir la figura del fijo discontinuo. Los empresarios del sector, no todos con la misma intensidad, participaron en la concreción de tal sistema contractual. Escasos días antes de escribir estas líneas, coincidí en un bar con un relevante empresario turístico de Baleares, cuyo nombre no cito por tratarse de una conversación estrictamente personal. Después de mil valoraciones y diagnósticos (no siempre coincidentes) del pasado, presente y futuro de nuestra actividad turística, introduje en la conversación a los fijos discontinuos. Me confesó el impacto empresarial de la exitosa manifestación de 1976; pero que en los años posteriores progresivamente tal fórmula «novedosa» de contratación fue aceptada por la mayoría de empresarios. Sin duda la existencia de los fijos discontinuos ha sido y sigue siendo una buena fórmula contractual, tanto para los empresarios como para los trabajadores. Aunque no quiero pasar por alto que, desde sus inicios hasta el día de hoy, hubo quienes pensaron y siguen pensando que tal tipo de contratación puede conducir a una cierta «acomodación», léase instalarse en la estacionalidad; y no plantearse otras alternativas socioeconómicas de reactivar la actividad, la productividad y la competitividad, prolongando la temporada por medio de crear, implantar, promocionar y comercializar nuevos productos y ofertas.

No cabe duda de que la reactivación de la actividad turística es un hecho. La disminución de la tasa de paro es espectacular, con un índice de contratación fija (debido a las modificaciones de la reforma laboral); así como la ampliación de trabajadores en la categoría de fijos discontinuos; pero quedando fuera de juego colectivos significativos de parados de larga duración. Pero es necesario resaltar dos realidades que ocupan y preocupan.

La existencia de los fijos discontinuos ha sido y sigue siendo una buena fórmula contractual, tanto para los empresarios como para los trabajadores

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La primera realidad es el crecimiento descontrolado de la inflación es una realidad que afecta a los empresarios y trabajadores. A los empresarios por la subida de sus costes en el suministro de materias básicas; a los trabajadores por la pérdida del poder adquisitivo de sus salarios. Los sindicatos demandan una subida salarial vinculada a los índices de inflación. Las fuerzas políticas conservadoras y la CEOE no aceptan inicialmente ninguna subida salarial, y en caso de darse tal subida debe ligarse a la productividad y olvidar por completo que dependa de la inflación. El problema existe, habrá que abordarlo desde las Mesas de Negociación con la participación de Gobierno, Patronales y Sindicatos.

La segunda realidad es la extrañeza de que los puestos de trabajo fundamente en hostelería no se cubren, tal como comenta una persona relevante del sector empresarial «ya no somos nosotros los que elegimos a los trabajadores si no que nos eligen ellos». En el transcurso de un reciente debate hotelero se insistió en que el sector está desprestigiado y que es necesario desarrollar políticas de recursos humanos para atraer a los trabajadores, teniendo en cuenta que por el parón de la pandemia, habituales que trabajaban en el sector cada año han vuelto a sus lugares de origen, además de que se ha producido un cambio de mentalidad, ya que debido a la pandemia las mentalidades y prioridades son otras. No se acepta solo la contratación si no se incluyen una condiciones de trabajo dignas y salarios justos.

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