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Elena Fernández-Pello

Mitos contemporáneos

Coinciden esta semana celebraciones de dos mujeres bien distintas. El 1 de junio Marilyn Monroe -o Norma Jean Mortenson- hubiera cumplido 96 años, los mismos que Isabel II -o Elizabeth Alexandra Maryel y una larga retahíla de apellidos y títulos- hizo el pasado 21 de abril. La reina de los británicos ha estado inmersa estos días, en la medida en la que su salud se lo permite, en las conmemoraciones de su Jubileo de Platino, una gran fiesta por su ascensión al trono hace 70 años. Marilyn tuvo una vida mucho menos generosa y se quedó por el camino a los 36 años, una edad en la que en aquellos tiempos a las actrices se las daba prácticamente por amortizadas.

Poco tienen en común a simple vista la reina de corazones y la de los ingleses. Marilyn, abandonada y abusada en la infancia, se abrió paso gracias a su rotundo atractivo carnal y sucumbió a su pasado y a su personaje. Isabel II, reina casi por accidente, disciplinada en la tradición inglesa, una roca en medio de las tempestades de la historia para sus súbditos, en la paz y en la guerra.

Cuando murió, Marilyn era una estrella; luego se transformó en todo un mito. Encarna a la rubia tonta, a la mujer que medra gracias a los hombres, a la perversa, a la cándida. Esos papeles los interpretó en sus películas, con gran éxito. También es un ejemplo de mujer golpeada por la vida, vulnerable, un juguete sexual en manos de sus amantes, una víctima.

La reina de Inglaterra es todo un símbolo nacional, algo que se ha ganado con oficio y con una dignidad regia que nunca ha perdido. Se habrá disgustado y enfadado, pero todas las desgracias y escándalos familiares no han hecho más que reforzar su carácter icónico. Tan distante e imperturbable.

Ni la actriz ni la monarca son mujeres reales, no como nosotros las contemplamos. Son espejos de su época, representaciones ideales de lo bueno y lo malo que hay en ella. Inspiran obras de arte, canciones, documentales, biopics y todo tipo de merchandising. El culmen del éxito contemporáneo es acabar convertido en objeto de consumo.

Isabel II y Marilyn Monroe coincidieron en la premiere de una obra de Arthur Miller en Londres, en 1956. La actriz estaba casada por entonces con el escritor y acudieron juntos a Leicester Square, donde la reina la saludó. Ambas tenían entonces 30 años. Se han hecho maliciosas interpretaciones sobre aquel encuentro, en el que Marilyn lucía un provocativo vestido. Hay quien cree ver una mirada recriminatoria de la reina inglesa descendiendo por el cuerpo de la americana. En verdad, de las imágenes difícilmente puede deducirse eso; en ellas solo se ve a dos mujeres jóvenes que difícilmente podían hacerse una idea de lo que se les iba a venir encima.

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