Para quienes no lo sepan, la alfalfa es una leguminosa forrajera. Destaca por sus altos rendimientos de materia seca, excelente calidad proteica para la alimentación del ganado, gran adaptabilidad a diversas condiciones agrarias, y muy interesante ambientalmente por su capacidad para la fijación de nitrógeno. España es un importante productor de alfalfa con 10,8 millones de toneladas al año, de las que el 35% se consume deshidratada, y un 54% se ensila o se henifica. Como ya se imaginarán, en las Islas Baleares no producimos la suficiente alfalfa que necesitamos para la alimentación de nuestra cabaña ganadera. Se declaran unas 822 hectáreas de superficie con una producción de 38.630 toneladas. A pesar de que la producción va subiendo poco a poco, la necesidad nos obliga a importar cerca de 60.000 toneladas cada año, con el sobrecoste del transporte que esto genera para los ganaderos, cooperativas y empresas.

Ahora va la historieta. Hace ya muchos años que los ganaderos de vacuno de leche del sur de Mallorca se comprometieron a no regar sus producciones de alfalfa como compromiso ambiental para que los acuíferos se recuperasen. Esto dio lugar al llamado PROALFA, o lo que es lo mismo, «Programa Ambiental, para Evitar la Salinización del Acuífero de Campos-Ses Salines». Así, suministramos cada año, una parte de las necesidades de alfalfa de los 10 ganaderos acogidos al programa a cambio de continuar con su compromiso. Nunca hubo problemas especiales, pero este año sucedió algo inaudito. En pleno inicio de la guerra de Ucrania sabíamos que la situación se podría complicar y se licitó una primera oferta con un presupuesto superior en un 22% al año anterior para adquirir 753 toneladas a un precio máximo unitario de 365 euros la tonelada y el resultado fue que se quedó desierta. El precio no era ni mucho menos el problema. La lonja de León, principal en la materia, cotizaba a primeros de marzo la tonelada de alfalfa deshidratada a 245 euros lo que significa 50 euros más con respecto a un año normal. El problema es que no había alfalfa disponible en toda España. De esta manera, hemos tenido que hacer una segunda licitación manteniendo el presupuesto, y aumentando algo más el precio máximo. Pero a pesar de que la cotización en la lonja de León ha bajado y se mantiene en 200 euros la tonelada, puede ser que vuelva a quedarse desierta.

Detrás de la producción y comercialización de alfalfa hay cierta situación de locura. España ocupa el segundo país exportador de alfalfa del mundo. El 75% de la alfalfa deshidratada que producimos se destina al mercado internacional. En años normales siempre había un stock suficiente en España, pero este año, es evidente que se ha roto, en parte debido a la guerra y en parte a los movimientos especulativos sobre estas materias primas.

Vivimos tiempos inciertos y sin duda la invasión de Ucrania moverá muchas premisas, incluyendo varias en materia agraria. En este escenario, se ha producido un giro inesperado de cara a la nueva PAC que rompe con varios paradigmas del neoliberalismo agrario y supone avances importantes en la soberanía alimentaria. La propuesta del Ministerio es que el cultivo de alfalfa en regadío se incluya como ayuda asociada del plan PROTEICO. Pero aquí viene lo singular. Se cobrará la ayuda siempre que se destine al mercado interior de la Unión Europea. Es decir, nadie podrá cobrarla por la alfalfa que exporte. Algunas Comunidades Autónomas ya han cuestionado el tema, e incluso han avisado de la imposibilidad de controlarlo, pero mi opinión es que la medida es valiente, lógica, positiva y sobre todo, es posible. Es posible porque el sistema que se pretende establecer es claro. El agricultor que cultive alfalfa de regadío y que solicite la ayuda, deberá disponer de un contrato de suministro con una o varias explotaciones ganaderas dentro del territorio de la UE y por una cantidad acorde con la superficie de alfalfa de regadío por la que pide la ayuda, o bien, ser unas explotaciones ganaderas que cultiva su propia alfalfa para alimentar su propio ganado. Se trata de desarrollar la agricultura por contrato en un sector en el tanto agricultores como ganaderos de un mismo territorio, pueden verse muy beneficiados. En Islas Baleares ya hemos empezado a hacer cálculos, y de entrada, tenemos un total de 958 ganaderos con 9.071,75 hectáreas declaradas como cultivos proteicos que se podrían acoger a la nueva ayuda asociada. Además, la alfalfa es un cultivo que perfectamente se puede regar con aguas regeneradas con niveles de salinidad que otros cultivos no admitirían. Todo esto se lo contaba el sábado por la tarde en la Fira del Albaricoque de Porreres al presidente de la Cooperativa y a un par de personas más. Sin duda su reacción fue la lógica. «Hace 20 años nos dijeron que había que abandonar el cultivo de alfalfa y ahora resulta que no hay más remedio que cultivarla de nuevo». Què no veurem!