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Felipe Armendariz

PENSAMIENTOS

Felipe Armendáriz

Sacerdotes, conducir un coche con solo tres ruedas

La iglesia católica debe abrirse, ya mismo, a que las mujeres puedan ejercer el sacerdocio y a que los sacerdotes puedan escoger entre permanecer solteros o casarse. Las razones para esta reforma no deben provenir de la actual escasez de sacerdotes varones, de la insignificancia de las futuras vocaciones o de la mengua de efectivos entre la feligresía o los creyentes. Otros son los motivos y el más radical es la fidelidad al mensaje evangélico.

A menudo las cosas son más sencillas de lo que los hombres, y las instituciones, diseñan o imponen. Marginar a más del cincuenta por ciento de la humanidad en la maravillosa función de mediación con Dios, divulgación de su palabra, materialización del amor al prójimo y vertebración del culto divino, no tiene sentido y, además, es algo injusto.

Conozco, en mi propia parroquia, a varias mujeres, solteras, casadas, viudas o religiosas, que podrían hacer estos cometidos con la misma, o mejor, eficacia, entrega y amor que sacerdotes varones. El techo de cristal de las mujeres en la iglesia católica debe romperse, porque es algo primitivo y, sobre todo, conlleva una egoísta pérdida de su potencial humano.

El obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, ha permitido el acceso de mujeres a un Consejo Episcopal formado por él, sus vicarios y una serie de laicos, de los dos sexos, en calidad de asesores. Es un avance, pero a todas luces insuficiente. Taltavull explica que resulta fructífera la presencia de estas asesoras, una novedad que todavía no han adoptado otras sedes episcopales.

Respecto al celibato forzoso hora es ya de flexibilizarlo. El sexo es un componente básico, poderoso y normalmente gratificante del ser humano. Reprimirlo, neutralizarlo, hacer como si no existiera, siempre que no se dañe a un tercero, va contra la esencia de la naturaleza. Mantener el celibato para que los presbíteros lo sean al cien por cien es como conducir un coche con solo tres ruedas. En el mejor de los casos, el vehículo podrá circular con las cuatro ruedas, pero éstas estarán desinfladas, sin aire y con el riesgo de provocar accidentes, como, lamentablemente, ha ocurrido con los casos de pederastia.

La diócesis de Barcelona ha propuesto, como una de las conclusiones del sínodo que la iglesia católica ha puesto en marcha para sondear a sus fieles (una especie de reflexión-encuesta comunitaria y universal), que las mujeres puedan poder consagrar y administrar otros sacramentos y que los curas puedan optar al matrimonio. La sugerencia llegará al Vaticano, pero mucho me temo que dormirá el sueño de los Justos.

En algunas parroquias rurales de varias provincias españolas ya existen, y con gran eficacia y acogida, las mujeres que presiden las llamadas celebraciones de la palabra. Estas fieles sustituyen a los párrocos que no dan abasto para atender a tantas, y dispersas, pequeñas comunidades. Las laicas pueden repartir la comunión, pero no pueden consagrar las formas. Quizás sea el primer paso para una entrada de aire fresco en una renqueante y desmoralizada Iglesia.

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