La historia de la humanidad es una carrera de relevos en la que una generación da paso a otra, trasmitiéndose el legado de los que están a los que vienen y de estos, a los que llegarán. Así, desde tiempos inmemoriales, se suceden las épocas, con sus logros y pesares, con sus periodos de luz y esperanza, a los que siguen otros tenebrosos, marcados por el dolor y el miedo. Convocados por el GOB, unos dos mil ciudadanos de la isla se concentraron ayer en Palma bajo el lema Avui per demà, un concepto que invita a mirar más allá del presente inmediato, que obliga a reflexionar sobre nuestro destino y el de nuestros descendientes. Como al casi centenar de organizaciones adheridas, a los concentrados en la plaza Major les mueve el anhelo de vivir en un mundo mejor y dejar una herencia colectiva en condiciones, pero perciben el riesgo de alcanzar -o haber traspasado ya- un punto de no retorno por los desequilibrios económicos, sociales y medioambientales.

El acto no se redujo a una jornada reivindicativa más para captar una imagen que ejerza presión en los órganos de decisión, los convocantes invitan a los ciudadanos a ser protagonistas de la transformación participando en la elaboración de las leyes. El GOB recogió firmas para que el Parlament tramite la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) de «justicia intergeneracional». ¿Qué será de nuestros hijos?, es la pregunta de fondo que lanzan frente a quienes persisten en la obtención de réditos políticos y económicos cortoplacistas, sin medir las consecuencias presentes y futuras para el conjunto de la comunidad. Los ecologistas reclaman que, de la misma manera que las recientes leyes de género y de cambio climático exigen que cualquier ley que se apruebe vaya acompañada de un informe de incidencia sobre esos aspectos, a partir de ahora también se tenga en cuenta el impacto sobre el bienestar de futuras generaciones. La propuesta se inspira en una novedosa iniciativa aprobada en Gales, que ha llevado al ecologismo a traspasar el horizonte medioambiental y dar un paso más, exigiendo un cambio de modelo que garantice unas condiciones de vida digna en el acceso a la educación, a la salud, a la vivienda o al trabajo.

A los partidos del Pacto, ser partícipes de la movilización no les libra de ser interpelados por las organizaciones de su entorno. En su condición de gobernantes tienen en sus manos, desde hace siete años, la capacidad de actuar y legislar. Los éxitos celebrados en el reciente acto de autoafirmación del la izquierda en el Castillo de Bellver parece que no acaban de colmar sus expectativas. La derecha opositora, ausente por discrepancias de fondo, tampoco debería menospreciar una inquietud que sobrepasa fronteras ideológicas por más que la desazón de estos tiempos convulsos alimente sus expectativas electorales. Dejar una herencia colectiva en condiciones es un deber generacional que ningún egoísmo presente debería frustrar.