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Alex Volney

Sin lugar para el elogio

Joseba Irazu Garmendia, Bernardo Atxaga, nace en Asteasu (Gipuzkoa 1951) es hijo de maestra y carpintero. A comienzos de la década de los setenta inició una intensa labor literaria, en un principio incluso en el mundo de los fanzines, que culminaría con su irrupción en el panorama con el conjunto de relatos Obabakoak que recibió el Premio Nacional de Literatura, el Premio de la Crítica y el Premio Euskadi de Literatura en los primeros noventa del siglo pasado. Iría consagrando, con los años, una trayectoria que perfila al personaje más importante de las letras vascas. Destacado poeta es traducido a diversos idiomas. Su obra triunfa tanto en Italia como en Alemania. Su fuerza lírica y originalidad destacan en sus versos y la riqueza de su mundo alegórico matiza el trazo contundente de su voz. Recrea nuevos paisajes y abre puertas a nuevas formas en un panorama español lo suficientemente estancado como para reconocer públicamente su indudable, e irrepetible, talento. Premio Nacional de las Letras Españolas y Premio Liber 2021. Entretiene a sus lectores, renueva y conmueve en su nueva mirada que otorga al público el conocimiento más profundo de la naturaleza.

Desde un fino humor, sobre las necrológicas, advierte de esa segunda muerte cuando llegan las manipulaciones: «la gente-sapo, viendo el campo libre, se siente impune y aprovecha para tomar venganza y lanzar calumnias». En cuanto al público, este «recibe los lapos y las babas como si fueran ambrosia». Baraja astutamente el juego de no tener sitio en ninguna pátria. Durante años perseguido periodísticamente, sobre todo en Francia, con el tema de ETA, un acoso constante ante el autor que ha vuelto a poner a la literatura en su sitio. Afortunadamente hoy observa hacia su interior con la capacidad del virtuoso real que sacude el mercado del libro con cada nueva obra. Desde el otro lado de momento solo en castellano es la última prueba.

Un escritor y economista es algo muy difícil de encontrar. Y un escritor estilista, hoy, todavía más. Su capacidad de observar el lenguaje y libar todo lo bueno que en el encuentra. Conocedor de la obra de Joan Fuster o de Ramon Llull, este miembro de la Real Academia de la Lengua Vasca tiene cuerda para rato y aunque no piense ni un minuto en ello, ni pierda el tiempo en elucubraciones, puede seguir siendo un candidato muy firme al Nobel.

En esta, su última pieza, en esos cuatro relatos, vemos nacer un mundo nuevo y no hay tiempo que perder pues «la muerte ofrece lo que niega la vida» y este autor rechazará todo elogio. Conocedor de cada gesto de los pájaros, los reptiles e incluso algún bípedo carroñero. Describe con precisión cada pausa, o cada silencio, en un breve remanso en el río de esa trama que esconde una serpiente al acecho de una trucha acostada cerca de la raíz de un árbol.

Del otro lado, ese gran espacio que es la preciada soledad a «la muerte que no solo trae amor, trae también el elogio…» Y el guiño a la comunidad literaria que incluso pone voz a los buitres oportunistas de siempre: «Yo creo que en este momento de tu vida una breve necrológica te vendría de perlas». Casi como si Dios le hablase directamente. Desafiando la evidencia. Cruzando el río sin tocar el agua. Despertando sin haber dormido. Soñando sin ficción.

Enorme. Único. Eskerrik asko.

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