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Luis Sánchez Merlo

Los pájaros contra las escopetas

La errónea e injusta destitución de la directora del CNI

Al consejo de ministros le ha faltado tiempo para entregar la cabeza de Paz Esteban. Y seguramente ha pensado que así zanja una crisis de Estado, una más. Si piensa que ese era el camino más adecuado a recorrer, está obviando que, a falta de muchas explicaciones pendientes, se trata de un error y una injusticia.

El viaje del ministro peregrino a Barcelona para justificarse ante la consejera del gobierno catalán por el espionaje a un número indeterminado de soberanistas –implicados en los gravísimos disturbios que siguieron a la publicación de la sentencia del Supremo– fue el primer capítulo de una serie que se adivina molto lunga, parafraseando al último héroe en aparecer, Carlitos 3C.

Cumplido el trámite de contrición (arrepentimiento por haber obrado mal), el ministro multitarea, acompañado de la silente portavoz del Ejecutivo, salió a primera hora de la mañana del 2 de mayo –festivo en Madrid– a denunciar que el sistema de espionaje israelí –que adquieren los Estados para espiarse unos a otros– había servido para espiar al propio Gobierno.

¿De quién fue la idea de intentar contener la furia soberanista, haciendo público el recurso victimista del «a mí también me han espiado»? Sin conocer la autoría, salvo que se trataba de «intervenciones ilícitas y externas». ¿A quién se le ocurrió el timing y la puesta en escena de algo que ya se sabía hace un año y solo el día antes salía a la luz? ¿Desconocía que era la primera vez que un gobierno occidental actuaba así?

Si con la argucia empleada –desvelar que los teléfonos móviles del presidente y de la ministra también habían sido objetivo del Pegasus– quería pasar página, no consiguió apaciguar a sus socios de legislatura con una explicación inverosímil.

Enredado en un laberinto de relatos, con el resabio de contraprogramar sin dar detalles –¿qué se espió? ¿quién ordenó hacerlo? ¿cuándo se llevó a cabo? ¿por qué se conoce ahora? ¿qué datos se extrajeron? y ¿con qué resultados?– lo que abre es un tiempo de ocultaciones y artificios que acaba desbaratando el libreto original.

Todavía estamos esperando saber quién autorizó la entrada del líder polisario; quién bendijo las escuchas a los capitostes del procés; quién anunció sin informar, debatir ni encomendarse a nadie un cambio de 180 grados en un asunto tan relevante como la posición española sobre la soberanía del Sahara.

Quién pergeñó ese vuelco de la política exterior vigente desde hace medio siglo –en otro viaje de contrición al país agraciado– sin dar explicación alguna sobre la ristra de cuestiones pendientes (Ceuta, Melilla, aguas territoriales, etc.).

Cuando uno transforma lo que va pasando en una fábrica de relatos alternativos, añadiendo enigmas para salir del paso, se da de bruces con una retahíla de sucedidos como: el que hacía creer que no pactaría con otro cofrade porque los españoles «no podrían dormir tranquilos»; o aquella promesa electoral de reformar el código penal para devolver a la categoría de delito la convocatoria de referéndums ilegales y hacer una limpia, para impedir el control político que los nacionalistas ejercen sobre TV3. Y nunca hubo nada.

Si de lo que se trataba era de materializar los ceses –ministra de Defensa, directora del CNI– exigidos por los ofendidos, uno de ellos ya se ha ejecutado, poniendo de manifiesto que el Gobierno es capaz de sacrificar a los suyos con tal de atenuar las serosidades de quienes acostumbran a salirse con la suya.

Para ello, da la impresión de salir por una friolera que la inteligencia del Estado está intimada a informar al Gobierno de sus operaciones y del resultado de estas. Hubiera resultado asombroso que el CNI se hubiera abstenido de hacer aquello a lo que está obligado legalmente. Cuando la fábrica de relatos utiliza una narrativa según la cual los servicios de inteligencia vigilaron, con autorización judicial, al que ahora es el máximo representante del Estado en Cataluña, porque «el fin último» era preservar «la pacificación» de ese territorio ¿es porque la institución que gobierna a siete millones y medio de ciudadanos era un peligro para el apaciguamiento?

Si ese fue el argumento invocado –para que un juez del Tribunal Supremo autorizara extremar la vigilancia a quienes se consideraba un peligro para la paz y la democracia en España– al jefe del Ejecutivo, obligado a proteger la seguridad nacional, no le queda más opción que explicar los motivos, con detalle.

Si los independentistas atacan al Estado hay que explicarles que son un peligro para la seguridad nacional e incluso para la pacificación de Cataluña. Entonces ¿por qué se ha llegado a un acuerdo de gobernabilidad con ellos y esa alianza prevalece sobre cualquier otra consideración?

De nuevo en primer plano, el daño a las instituciones del Estado: CNI, Ministerio de Defensa, Poder Judicial, Gobierno de la Nación –los pájaros contra las escopetas– amenaza con socavar las bases de la convivencia entre españoles. Y ninguna conveniencia partidista puede justificar el estrago.

La prestidigitación en carne mortal ha dado entrada al soberanismo en la Comisión de Secretos Oficiales. La presidenta del Congreso, en virtud de la obediencia debida, modificó la norma que exigía una mayoría cualificada, para acceder a las intimidades del Estado.

¿Por qué el fabricante de relatos alternativos no echó mano de algo que, hace 4 años, pasó desapercibido, cuando pillaron a efectivos de la policía autonómica intentando quemar informes de espionaje a catalanes no separatistas?

Se trataba de personas que no habían desobedecido la legalidad ni, por asomo, haber pretendido dar un golpe de Estado. Simplemente se les espió por tener ideas opuestas a las de la nomenclatura imperante. ¿Esto no fue un ataque a la democracia?

Después de 40 años de servicio, buena parte de ellos como jefe de personal de 3.000 agentes secretos, el cese de una servidora pública, cuyo apoyo en la Casa era unánime, la fábrica de relatos alternativos pasa a ser un templete que llega a delatar la multipersonalidad del director de orquesta.

Cargarse a una íntegra funcionaria del Estado, para complacer a los enemigos del Estado y mantener el statu quo en aras del interés propio, evidencia la prioridad que el Gobierno concede al pacto con quienes han intentado dar un golpe de Estado; mantenido conversaciones con Rusia para tantear el apoyo del Kremlin al independentismo; organizado graves conflictos callejeros (Tsunami Democratic); financiado cuantiosa propaganda contra el Estado, con dinero público…

Y ahora ¿qué? El descrédito y la bajeza se veían venir, pero la consumación del error y la injusticia se verá acompañada de inestabilidad parlamentaria, tensión en las bancadas, vulnerabilidad del sistema …y el inevitable rebenque en las urnas.

El filósofo alemán Novalis escribió: «Cuando vean ustedes un gigante, observen cuidadosamente la posición del sol, pues bien pudiera ser que el gigante no sea más que la sombra alargada de un enano».

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