Es conocido el refrán que dice que una cosa es predicar y otra dar trigo, en el sentido de que del dicho al hecho hay gran trecho y que es muy diferente ver los toros desde la barrera o desde el ruedo. O sea, que es muy fácil opinar sobre lo que sea o decir que se hará tal o cual cosa, mientras que hacerla en la práctica suele ser más complicado.

Ello vale para todos los órdenes de la vida y para todo tipo de personas, pero se hace más evidente en el caso de los dirigentes políticos, que se ven obligados a explicar constantemente lo que van a hacer y a presentar anuncios de futuras realizaciones. Es lo que tiene la sociedad actual: lo que no está en los medios o no se publicita, no existe.

Pasando a un nivel administrativo-económico, la aprobación por una entidad pública de sus presupuestos anuales constituye una muestra de lo que pretende llevar a cabo durante el ejercicio y, para ello, prevé los ingresos que va a obtener y los gastos que se generarán; se trata de una manifestación de intenciones. Es decir, consiste en un anuncio de lo que dicha entidad dice que hará durante ese año, basado en datos económicos, pero aún no constituye hecho alguno ni alteración de la realidad. Para que ello sea así, deberá ser materializado el presupuesto mediante la obtención de los correspondientes ingresos y la contracción de los consecuentes gastos. Es decir, es preciso ejecutar el presupuesto. Y no olvidemos que después de la aprobación del presupuesto cabe llevar a cabo modificaciones y alteraciones del mismo, que suelen pasar desapercibidas, pero que a veces lo dejan irreconocible.

Pues bien, siempre me ha llamado la atención la importancia que se le da al momento de la aprobación de los presupuestos de cualquier entidad pública -estatal, autonómica o local-, momento en que los medios de comunicación y los dirigentes políticos se centran en analizar lo que se dice que se va a hacer, frente a la nula repercusión que tiene el momento de dar cuenta de la ejecución del presupuesto, que es cuando, en puridad, se comprueba qué es lo que realmente se ha hecho. Ese segundo momento, el de la liquidación del presupuesto, pasa totalmente desapercibido pese a la importancia de su contenido y nadie se fija en él, salvo quienes se dedican a esta materia. La rendición de cuentas y su resultado suelen ser ignorados de forma generalizada.

Dicho de otra manera, nos fijamos mucho en el ‘predicar’ y muy poco o casi nada en el ‘dar trigo’, cuando en realidad debería ser al revés, pues lo importante no es lo que uno dice que hará, sino lo que efectivamente hace.