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Matías Vallés

Los errores progresistas

El PSOE intenta corregir a la desesperada los fallos de apreciación

y análisis que le han puesto la legislatura cuesta arriba

Ilustración: Marta Girona

Frente a una derecha que castiga con más saña la derrota que la corrupción, los progresistas aciertan incluso cuando pierden las elecciones. Por tanto, este breve recuento de errores recientes de la factoría intelectualmente aventajada debe entenderse como un homenaje a la productividad, creatividad y cautividad del gremio además infalible de los izquierdistas:

1) Exorcizar a Podemos. El PSOE no pactó con el único partido estatal a su izquierda para domesticarlo, sino animado por la noble intención de aniquilarlo. Después del quinquenio de frustraciones 2014-19, en que los socialistas intentaron destruir a la tribu bárbara de Pablo Iglesias antes de que la tozudez de las elecciones repetidas obligara a un pacto, ahora se trata de destruirlos desde dentro. Misión cumplida con la perezosa dimisión del vicepresidente, y también Yolanda Díaz se halla en caída libre según los encuestas. Su consolidación como prometedora presidenta del Gobierno se ha desplomado de un veinte a un diez por ciento, a distancia sideral de Pedro Sánchez y de Núñez Feijóo. La factura del ajuste de cuentas no solo hunde a ambos partidos en las encuestas, sino que alumbra un interrogante menor como daño colateral. ¿De dónde sacará Sánchez los setenta diputados que necesitará para su tercera investidura? El PSOE sobrevivirá a Podemos, aunque sea en la oposición, sin duda un detalle menor para los guardianes de las esencias.

2) Arremeter contra Casado. No hace falta contratar a Iván Redondo para deducir que «Antes de liquidar a tu principal adversario electoral, encárgate de comprobar que su sustituto no será más lesivo para tus intereses». Por desgracia, la reflexión pausada nunca fue una virtud cardinal de los progresistas, que se abalanzaron contra el discurso energuménico del extinto presidente del PP. No repararon en que la distancia a las elecciones empequeñecía a un inflamado Pablo Casado, que ni siquiera entusiasmaba a las numerosas vacas que asistieron a sus mitines. A la hora de guillotinar al líder de los populares, el PSOE se vio asaltado por una súbita devoción hacia Díaz Ayuso, simétrica a la canonización conservadora de la superespía Margarita Robles. Los progresistas suprimieron al adversario ideal para encumbrar a un Núñez Feijóo que, pese a sus monumentales errores inaugurales, encabeza las quinielas a La Moncloa. En su ingenuidad, dibujaron una derecha descabezada. Olvidaron otro lema esencial en política: «No te busques más problemas, ya se encargarán los problemas de encontrarte».

3) Jactarse de que PP y Vox nunca sumarían una mayoría absoluta. Los errores numéricos duelen más, porque se cometen despreciando la evidencia. Una vez aclarado que el PSOE no tiene socios, solo vasallos, se le auguraba una larga vida en el poder porque el PP no encontraría un solo aliado parlamentario a excepción de Vox, por su alergia a los nacionalismos. Además, la suma de derechas y ultraderechas no alcanzaría para escalar los muros de La Moncloa. Los genios progresistas olvidaron la recomposición automática de lealtades, cuando se trata de expulsar a los Gobiernos indeseables, un fenómeno que entre otras cosas llevó a los socialistas al poder en 2018. Ahora se resisten a aceptar que ERC no podía votar las medidas anticrisis una vez violada su intimidad, por mucho que la derecha considere lógico el espionaje, encarcelamiento y fusilamiento de cualquier atisbo de desafección patriótica. Y todas las encuestas sitúan a PP/Vox por encima de los 165 diputados, que franquean el paso al poder. «No sabes sumar» es el mayor insulto imaginable en política.

4) El PP no gobernará con Vox (procure leerlo sin estallar en una carcajada). Un detalle que hace entrañables a los progresistas consiste en exigir a otros los mismos valores de los que han abdicado sin pestañear. De ahí que la imposibilidad de la alianza PP/Vox, proclamada con convicción tras las elecciones en Castilla y León, se erija en el error más grave de la legislatura. Abundan las tertulias en que izquierdistas con toda la barba aseguraban que se repetirían las autonómicas, porque el gobierno mixto era inimaginable. Es decir, se pueden aprobar las medidas anticrisis con Bildu, pero debe vetarse el Gobierno de las derechas extremas. El socialismo no añorará nunca lo suficiente a Rubalcaba, con su lema «déjalos que gobiernen». No solo significa que los retos más duros consisten en la resolución de problemas prosaicos, también supone la admisión de que el poder será alcanzado a través de las contorsiones más inverosímiles.

Cada cual puede añadir sus errores, de diferente envergadura pero con repercusiones inevitables. El PSOE intenta corregir a la desesperada los fallos de apreciación y análisis que le han puesto la legislatura cuesta arriba El peligro no consiste en la pasividad, sino en la hiperactividad, en la obsesión por protagonizar la economía y el espionaje a la vez. El Gobierno puede aprender del sublime Real Madrid, el exceso de agitación multiplica los fallos. La clave consiste en acertar con el momento exacto para golpear, y en rezar laicamente para que no se haya alcanzado el punto fatídico en que todas las decisiones se vuelven en contra.

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