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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Espías en la niebla, incontrolados en la Inteligencia del Estado

Toda la verdad no se sabrá, pero parece plausible maliciar que en el seno de los servicios secretos hay quienes no desdeñan la posibilidad de golpe de Estado posmoderno

Félix Bolaños, ministro de la Presidencia. EFE/SERGIO PÉREZ

La pregunta: ¿quién ha espiado y al servicio de quién lo ha hecho? Dejemos para después las derivadas políticas del asunto, las «cortinas de humo» con las que los independentistas catalanes se revuelven furiosos al constatar que se les ha pinchado su teoría de la conspiración, a la que se abona ese gran fariseo, en el mejor estilo clerical, que es Oriol Junqueras, o la carencia de altura de estadista que otra vez exhibe el líder del PP, Núñez Feijóo, al enmerdar con lo de «casualidad no menor»; centrémonos en lo sustancial, que es exactamente la pregunta de quién ha espiado al presidente del Gobierno y a la ministra de Defensa y al servicio de quién lo ha hecho utilizando el letal instrumento denominado Pegasus, de matriz israelí, que lleva de cabeza a gobiernos de medio mundo, entre ellos al francés y británico. El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, que se tienta la ropa en las declaraciones que viene haciendo, habla de «intervención externa», sin mayores precisiones. Queda en el aire si se trata de la que ha ejecutado un gobierno supuestamente amigo, y de inmediato se cita al de Marruecos, o de una multinacional o gran corporación española. Calla, pero se le sobreentiende, en torno a si el hackeo de los teléfonos de Pedro Sánchez y Margarita Robles, fue obra de concretos sectores de la Inteligencia española, que promueven un golpe de Estado posmoderno, la desestabilización de las Instituciones, la caída del Gobierno al que desde su constitución han considerado ilegítimo, en línea con lo sostenido por la derecha política, al menos en la etapa del fulminado Pablo Casado. Tesis que sigue sosteniendo el crecido líder de la extrema derecha Santiago Abascal.

Se confronta situación gravísima, porque, además de poner en serio riesgo la seguridad del Estado, la denuncia hecha por el Gobierno, insólita, la primera que se hace tan nítidamente en Europa, evidencia que hay una brecha en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) o en los servicios secretos de las Fuerzas Armadas, incluida la Guardia Civil. Se ha horadado, y de qué forma, la malla que blinda las comunicaciones del Gobierno, puesto que poder rastrear el teléfono del presidente y de la ministra de Defensa compromete a España ante los organismos internacionales, especialmente en las organizaciones de defensa. En concreto la OTAN. Hasta dónde llegará la indagación está por saberse. De lo que no hay duda es de que no conoceremos en profundidad lo ocurrido. Todo no puede airearse: los estados se espían unos a otros. También espían a sus ciudadanos. Fue desafortunada la intervención de Margarita Robles en el Congreso de los Diputados. Los aspavientos de los líderes independentistas catalanes son pura hipocresía. Buscar réditos políticos con lo sucedido demuestra lo que son y, sobre todo, que fiarse de ellos es peligrosísimo. Jamás serán leales al Estado. No respetarán la palabra dada. No por ser independentistas, sino por carecer de mimbres para estar donde se hallan.

En cuanto al citado Núñez Feijóo, que fue avisado con antelación de lo ocurrido, su afirmación de que se trata de «una casualidad no menor» permite entrever que más allá de sus buenas palabras, de alejarse del griterío que caracterizó la etapa de Casado al frente del PP, la estrategia sigue siendo la misma; no hay modulaciones en la oposición que ejerce la derecha conservadora: sigue en sus trece cuando no está en el gobierno. La sintetizó el que fue ministro de Hacienda con Mariano Rajoy, Cristóbal Montoro: «que se hunda España, ya la levantaremos nosotros». No cambian. Incluso en un trance como el del espionaje. En España el sentido de Estado es bien muy escaso. No se prodiga. En los independentistas catalanes era de esperar. En el PP, francamente, también. Pierden oportunidad tras otra de demostrar lo contrario. En cuanto al Gobierno de Sánchez, no ha sido capaz de imaginar el descomunal alcance que tiene el caso. Pardillos.

Acotación hilarante.- El Ejecutivo de Armengol no descarta haber sido espiado. Por favor, dejen de hacer el ridículo.

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