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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Un Gobierno en el alambre

El funambulismo del Gobierno, obligado para seguir en el poder a realizar acrobacias en el alambre, a veces esperpénticas, a veces surrealistas, se incrementa al compás de las circunstancias que disparan las contradicciones en su interior y con las fuerzas parlamentarias que le proporcionan cobertura. De forma somera se pueden contar entre las principales la crisis de la pandemia, la guerra de Ucrania, la crisis con los independentistas catalanes con motivo del programa israelí Pegasus y la reunión de la OTAN en Madrid el próximo junio. Hemos visto muchas formas de funambulismo en la política española, pero ninguna tan extravagante como la protagonizada en primera persona por el funámbulo Sánchez Pérez-Castejón. Si uno creyera en los milagros pensaría que es uno de ellos que aún ostente la presidencia del Gobierno. Hay que reconocerle el arte de un titiritero tocado hasta ahora por la diosa fortuna, una diosa caprichosa. Pensar que vaya a ganar las próximas elecciones generales es apostar por la inversión de la flecha del tiempo.

La ratificación por el Congreso del Real Decreto-ley por el que el Gobierno aprobó el Plan de respuesta a las consecuencias económicas y sociales de la guerra en Ucrania, el día de ayer, con la inestimable ayuda de EH Bildu, era la apuesta arriesgada tras las noticias sobre el espionaje a 67 líderes independentistas catalanes y la desafección de ERC. Pero la confrontación con el PP de Feijóo sobre el contenido económico del decreto es la que marca de verdad la confrontación ideológica; con ERC es simplemente reactiva. La posición de Feijóo era clara: reducir los impuestos, especialmente los tramos inferiores a 40.000 euros anuales en IRPF, además de la reducción del IVA al 4% en productos de consumo básico. La argumentación era sencilla: no es admisible que la ciudadanía se empobrezca al tiempo que paga más impuestos; que los pensionistas vean adecuadas sus pensiones a la inflación, mientras que quienes las financian, los activos, vean reducido su poder adquisitivo; el sistema es de reparto, no de capitalización. Bolaños, convertido en Félix, ministro para todo, mientras Sánchez está desaparecido, balbucea argumentos inverosímiles, como que bajar los impuestos aumentaría la inflación. Sería así si, a la par que se bajan los impuestos, el Estado no redujera sus gastos en la misma medida de unos presupuestos expansivos, que ya se han quedado inservibles; de lo contrario es argumento falaz. Sobre el mimo a los pensionistas (este articulista) oculta que el mayor porcentaje de votos del PSOE se encuentra entre ellos, no entre los activos ni los jóvenes, que favorecen más a PP y Vox. Es electoralismo, no racionalidad ni justicia.

La crisis del Pegasus ha supuesto un amago de ruptura con ERC que no se sabe a ciencia cierta cómo va a acabar. De momento, ERC exige responsabilidades políticas y dimisiones en el Gobierno, en una escenificación de aspavientos como es costumbre en esta formación, nada nuevo. Lo realmente surrealista es que miembros del Gobierno, como la ministra de Unidas Podemos Ione Belarra, se sumen a la petición de responsabilidades y dimisiones en el organismo colegiado del Estado del que forma parte. El foco está centrado en Margarita Robles y la directora del CNI, Paz Esteban, señalada esta última por Bolaños. Los ministros podemitas no van a dimitir porque pueden estar en trance de desaparición como fuerza política y desconocen si su espacio estará o no representado en el que pueda delimitar Yolanda Díaz. Bolaños ha ofrecido la participación en la Comisión de secretos oficiales del Congreso en la que no figuran ni ERC ni EH Bildu, ni JxCat. Para incluir a estas formaciones la presidenta del Congreso, Meritxell Batet ya está preparando la conformación de la Comisión por mayoría absoluta frente a los tres quintos exigibles hasta ahora.

Lo también surrealista es la presunta sorpresa de Bolaños y el Gobierno por el hecho de que el CNI pudiera haber espiado a los golpistas catalanes. Es de un cinismo muy superior al del jefe de policía de Casablanca, el capitán Renault, citado por algún columnista, cuando de visita habitual en el café de Rick exclama: «¡Qué escándalo! He descubierto que aquí se juega». No, no es que el gobierno conociera el espionaje. Es que es el Gobierno el que lo organiza (todo legal según Margarita Robles). Según el artículo 1º de la ley del CNI, éste «es el organismo público responsable de facilitar al presidente del Gobierno y al Gobierno de la nación las informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España, sus intereses y la estabilidad del Estado de Derecho». En su artículo 11 se afirma que «la Comisión del Congreso tendrá acceso al conocimiento de las materias clasificadas con excepción de las relativas a fuentes y medios del CNI». La directora es nombrada por el Gobierno, a quien reporta sus actividades. Todo ello pone de manifiesto, no solamente el cinismo de Bolaños, sino la irresponsabilidad temeraria (que no audacia) de Sánchez, que no duda en pactar con fuerzas políticas a quienes considera una amenaza para la integridad territorial de España, como es el caso. Sánchez corteja, mima, halaga a sus aliados (hasta el extremo de que manipula las fotos con Aragonés en La Moncloa, de tal manera que el bajito presidente de la Generalitat aparece con la misma altura que el ex jugador del Estudiantes) y, simultáneamente, los espía por considerarlos una amenaza para España. Y vayan ustedes a saber si se ha espiado a miembros del Gobierno. El mismo Iglesias, formando parte del mismo, declaró sentirse espiado, aunque tampoco es que sea el personaje un dechado de fiabilidad.

El aporte de armas ofensivas a Ucrania y la reunión de la OTAN en Madrid en junio son otras de las discrepancias profundas entre PSOE y Unidas Podemos en el seno del Gobierno. Un Gobierno en el que una parte brega para que una nación como Ucrania pueda defenderse de la invasión rusa y la otra para que se rinda ante la misma. Nadie en Europa puede ser capaz de comprender tamaño dislate, que no es sino el estrambote de un proyecto diseñado para mayor gloria personal de un insensato sin escrúpulos al que se ha rendido el partido socialista.

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