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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

«¡Es la economía, estúpido!» La otra cara de la moneda

La sociedad está inmersa en una serie de cambios rápidos y profundos que condicionan nuestro presente y nuestro futuro. Si pretendemos convivir con una cierta calidad de vida, desde el gobierno, desde los partidos de la oposición y desde la sociedad civil, tenemos que hacer frente a una serie de retos. Debemos afrontar reformas profundas en el ámbito socioeconómico que posibiliten que los buenos datos macroeconómicos (poscrisis) se conviertan en progreso que revierta en el bienestar de la ciudadanía; y en un segundo ámbito, las reformas que deben afectar a nuestras estructuras políticas derivadas de la Constitución del 78 y del consiguiente Estado de las Autonomías.

Comencemos con el ámbito socioeconómico. Hoy, después de dos años, 2020 y 2021, debido a la Pandemia (aunque no sólo) nuestra actividad productiva básica entró en profunda crisis. Ahora, controlada la Pandemia surgen perspectivas de recuperación no sólo en estas fechas de Semana Santa y de Pascua sino también de la próxima Temporada, altos índices de demanda, elevada Ocupación Hotelera y de los servicios complementarios. El objetivo, el modelo, son los resultados de 2019. Rentabilidad empresarial garantizada, recuperación de puestos de trabajo y disminución del paro. Pero, con frecuencia, del dicho al hecho hay un gran trecho.

Sin actuar como ave de mal agüero, pretendo exponer unas breves reflexiones referidas a la otra cara de la moneda. A pesar de los esfuerzos concertados desde la Mesa del Diálogo Social (Govern, Sindicatos y Empresarios), léase los ERTE, Subvenciones y Préstamos especialmente a pymes y autónomos, el futuro no está absolutamente garantizado simplemente porque, a pesar de ofrecer un destino seguro y competitivo, no podemos garantizar el «comportamiento socioeconómico» de nuestros principales mercados como consecuencia de la Guerra en Ucrania, que hoy por hoy nadie sabe ni cómo ni cuándo concluirá.

Para enmarcar los inputs y ouputs socioeconómicos, acudo a dos casos reales de hace escasamente una semana. Un estudiante universitario plantea al conocido economista Niño-Becerra: «Quisiera plantearle una duda que me surgió el otro día mientras charlaba con unos amigos. Yo defendía que hoy por hoy la clase media española, entendida como el estrato social que no padece apuros económicos (corríjame si me equivoco), está ya desaparecida o bien en vías de desaparición». El segundo caso me remite a una conversación que tuve, hace escasos días, con un joven de 22 años, Julián de nombre figurado, también estudiante universitario. No hace tantos años su familia vivía con cierta holganza, había creado una pyme de fontanería auxiliar al sector de construcción. Se consideraban de clase media; pero en 2011, como consecuencia de la «Gran Depresión», tuvo que declararse en quiebra y no puede cubrir los costes de la hipoteca. Su familia no cuenta con recursos. Su padre de 53 años está en el paro y no encuentra trabajo (le ofrecían «curro» de peón de construcción durante un mes pero con su edad…). Su hijo Julián busca trabajo. Acude a entrevistas, curriculums…Lo único que le ofrecen, soy testigo de ello, son trabajos de peón/ayudante en la cocina y servicios de comedor. Contrato hasta finales de mayo, salario básico, después dependerá de su rendimiento y de la ocupación hotelera. Oferta lógica (¿) por su falta de práctica en el oficio, y por la no utilidad de sus actuales estudios universitarios. Ambos coinciden: malestar, desánimo, incertidumbre.

«Lo importante es la economía, estúpidos». Pero no sólo la macroeconomía sino también la microeconomía, la otra cara de la moneda. La que afecta a las pymes y autónomos y a la denominada economía familiar. Datos procedentes del INE: La inflación ha subido un 9,4% en el último año debido al repunte de los precios de la electricidad y del gasóleo para calefacción; al incremento de la vivienda, de los precios de los carburantes para vehículos personales; al aumento de los precios de la restauración y los servicios de alojamiento; y al encarecimiento «generalizado» de los alimentos, especialmente del pescado y el marisco, de la carne, de las legumbres y hortalizas, y de la leche, el queso y los huevos.

El contrafactor básico es (o debería ser) los salarios y la estabilidad. La patronal propone un aumento de salarios en la línea de la inflación, que se prevé un 8% para los próximos ejercicios. La CEOE propone subir los salarios un 8% en tres años: 3,5% para 2022, del 2,5% para 2023 y del 2% para 2024. Los sindicatos (CCOO y UGT) han planteado subidas salariales del 3,4% en 2022, 2,5% en 2023 y 2% en 2024. Pese a que ambas se asemejan, existen discrepancias especialmente (no sólo) en la inclusión o no de cláusulas de revisión. Para los sindicatos es imprescindible la existencia de garantía salarial para que trabajadoras y trabajadores no pierdan poder adquisitivo, dada la elevada inflación que hay en estos momentos y que se va a mantener aún un tiempo. Aún mejorando la temporalidad y la precariedad, conviven. Las negociaciones siguen.

Para concluir acudo al Premio Nobel, Joseph Stiglitz, refiriéndose a la crisis de 2008: «Vivimos en una sociedad orientada a las mediciones macro. Si usamos malas mediciones, impulsaremos prioridades erróneas. Las potencias y los poderosos, a pesar de la crisis que padecen, continúan fortaleciendo sus posiciones, sin que la riqueza macro se traduzca en progreso social; que Michael Porter (profesor de Harvard) lo define como «la capacidad de una sociedad de satisfacer las necesidades básicas, mantener y mejorar la calidad de vida e igualdad de oportunidades de progreso».

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