Todo el mundo habla de la sostenibilidad y la circularidad, palabras ya manidas y quizás ya, en poco tiempo, hasta manoseadas. Aquí en las islas, nos centramos en esas palabras sobre todo utilizándolas detrás de nuestra palabra regia, turismo.

En estas breves líneas intentaré aportar una pizca de conocimiento y de sugerencias para que, a quién le interese, no le den greenwashing por liebre.

Uno de los primeros documentos que introduce el concepto de Desarrollo Sostenible es el Informe sobre Nuestro futuro común (1987-1988) coordinado por Gro Harlem Brundtland, en el marco de las Naciones Unidas. En él, se define esta forma de desarrollo como aquella que «satisface nuestras necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas». A pesar de la acogida del término en la comunidad internacional y su integración en la agenda política de numerosos países, la amplitud del concepto ha generado vastos debates que distan de estar resueltos.

Esta controversia conceptual, lejos de haberse cerrado, se ha ampliado en los últimos años al surgir nuevas propuestas que plantean la imposibilidad de un Desarrollo Sostenible en términos ambientales y sugieren que la única alternativa para garantizar la supervivencia es el decrecimiento, no ya de un modelo económico en sí, si no la del propio planeta y la especie humana.

La actual definición de la OMT (Organización Mundial del Turismo) en 2021 sobre «Turismo Sostenible», que ha evolucionado del concepto de desarrollo sostenible, reza lo siguiente: «El turismo que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas».

Entendida la definición de esta forma, podríamos representar la sostenibilidad como la imagen de un triángulo equilátero en el que todos sus lados y ángulos son iguales, y en los que cada uno de ellos tienen exactamente la misma importancia. El lado y ángulo medioambiental, el lado y el ángulo social y el lado y ángulo económico.

Si nos dicen que es sostenible pero no lleva aparejado estos tres componentes, no les crean, sean críticos, no es un modelo sostenible. Solo un uso óptimo de los recursos medioambientales, el respeto de la autenticidad sociocultural y la viabilidad de las actividades económicas a largo plazo - repito, a largo plazo puesto que este es otro requisito sine qua non de la sostenibilidad,- nos permite hablar de sostenibilidad. Lo contrario, como les digo, no es un modelo sostenible.

Visto lo visto, no parece una tarea sencilla, pero estamos en el momento exacto para hacerlo sencillo. Disponemos de la tecnología, del conocimiento y de la experiencia necesaria.

Hoy tenemos la tecnología necesaria para medir todo aquello que antes no se podía medir, cuantificar, valorar y auditar regularmente. Gracias a ésta podríamos, por ejemplo, introducir factores medioambientales y sociales en el proceso socioeconómico o asignarles un valor económico en dicho proceso que hasta este momento no existía. Ya se está haciendo: en la ciudad de Londres, la ciudadanía dispone de una plataforma web de sensores que emiten un informe de la calidad del aire en cada calle, fácil de entender y que detalla los costes financieros y de salud específicos de vivir en cualquier domicilio. De esta forma, la contaminación medioambiental se vincula a algo que importa y que forma parte del día a día: los precios de sus inmuebles. Los agentes inmobiliarios están legalmente obligados a divulgar en sus ofertas la información que les proporciona esta plataforma y no solo eso, la Oficina Central de Interés Público recomienda a los compradores e inquilinos que exijan descuentos de hasta el veinte por ciento para vivir en las áreas con mayor contaminación.

En segundo lugar, contamos hoy con conocimiento. Sobre todo aquel que más enseña, el conocimiento de los errores, como el de jugarnos todo a una sola carta. Y, por último tenemos experiencia; de la cual podemos extraer, esta vez, un nuevo modelo de turismo realmente sostenible para todas las partes implicadas para que sea replicado como lo fue el anterior, y que nos hizo líderes mundiales, se lo debemos y nos lo debemos.

Eso sí, lo único que nos falta, es voluntad, voluntad real, tanto por parte de la administración pública como del sector privado, algo que a la sociedad civil le sobra. Para compartir esa voluntad y, sobretodo, análisis y propuesta concretas, desde el Fòrum de la Societat Civil se está organizando una jornada el próximo día 28 de abril, en el Estudi General Lul·lià, para reflexionar sobre la necesaria transición económica que necesitan nuestras islas. Yo de ustedes, si no quieren seguir viendo al emperador vestido, no me lo perdería.