Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Olga Merino

Limón & vinagre - Luis Medina (Aristócrata comisionista)

Olga Merino

El halcón peregrino

Luis Medina, investigado por estafa agravada, falsedad documental y blanqueo de capitales en la venta de material anticovid al Ayuntamiento de Madrid. Juan Carlos Hidalgo / Efe

Un hombre atractivo, a qué negarlo, pero de esos guapos de espejo ensimismado que acaban por aburrir incluso a las piedras. Labios finos, de los que saben mentir y controlar cuanto dicen, amén de unos ojos verde aceituna donde se subsumen los extensos olivares que poseían sus antepasados. Las facciones angulosas, como esculpidas, se confabulan para rematar la figura de pijo de manual, un pijo fino, un purasangre andaluz de buena yeguada.

Sin embargo, lo mejor del conjunto no es la cara, sino la percha, la altura de pívot (193 centímetros), el esqueleto grácil, una osamenta heredada de su madre, Naty Abascal, exmodelo de alta costura, musa de Valentino y del modisto dominicano Óscar de la Renta, una aristócrata pata negra, asidua de las revistas satinadas y las fiestas de la jet. A los altos y las altas, con la zancada más ancha, la vida se les hace mucho menos cuesta arriba. Como en el caldo, son los huesos lo que da sustancia al cocimiento.

Sobreprecio pornográfico. Aunque nada perturba la simetría facial, el observador advertirá que en la nariz semítica, un poco ganchuda, de halcón peregrino, se embosca cierta rapacidad predadora, la misma que lo ha metido de patitas en el cubo del escándalo, en el affaire indecente de las mascarillas: durante lo peor de la pandemia, entre el desconcierto, el pánico y los ataúdes apilados, Luis Medina Abascal, hijo del duque de Feria, y su amigo Alberto Luceño Cerón vendieron al Ayuntamiento de Madrid tapabocas, guantes y pruebas de antígenos con un sobreprecio pornográfico, gracias a la intermediación de un primo hermano del alcalde, José Luis Martínez-Almeida.

-Mati, reina, pásame con mi primo Pepito.

-Está más liado que la pata de un romano.

-¿Pero qué os pasa? ¿No queréis mascarillas?

-Ya te digo.

-Un par de colegas míos las consiguen a la de ya.

-Pues que manden un correo electrónico.

-¡Ah! Vale, dabuten.

Eso nos han contado, más o menos. Aunque pueda parecer obsceno, el oficio de comisionista es más viejo que el hilo negro.

Medina puso los contactos y la cara guapa -mejor dicho, la jeta-, mientras su amiguito Luceño se encargó del trapicheo con una empresa de Malasia en una operación redonda que bordaron con una mano en la cintura: un pelotazo de seis millones de euros. Sin embargo, el caso ha estallado porque colocaron material sanitario defectuoso y porque en la Fiscalía, ya se sabe, son todos de izquierdas, y las víboras rojas así actúan. ¡Qué barbaridad!

Una tajada inferior. La morterada obtenida por aplicar un incremento en los precios de entre el 60% y el 81% se la gastaron en artículos y goces de primera necesidad: coches de alta gama, relojes Rolex, noches de blanco satén en un hotel de lujo en Marbella, un casoplón con tres plazas de garaje en Pozuelo de Alarcón…

Pero, atención, estos caprichos corresponden a Luceño; a Medina le correspondió una tajada muy inferior, que invirtió en la compra de un yate Eagle 44, de 13 metros de eslora, una embarcación atracada en Gibraltar.

¿Por qué tal disparidad en los corretajes? ¿Por qué uno se llevó cinco millones del ala y el otro solo uno? Pues porque el socio le hizo la cama a Medina pactando por detrás comisiones paralelas con los malayos…

Reveses de este jaez ocurren por juntarse uno con bandoleros plebeyos, ganapanes sin alcurnia ni clase, sacamantecas que apestan a ajo. Inclínese, que no sabe usted con quién está hablando. Con el marqués de Villalba, hermano del actual duque de Feria, título nobiliario que lleva aparejada la Grandeza de España, por obra y gracia de Felipe II.

Segundo escándalo. A Luis Medina Abascal le está cayendo la del pulpo por ser el famoso, precisamente ahora que llevaba una temporada queriéndose apartar de los focos y de los saraos con lentejuela.

Se trata del segundo escándalo que sacude a la familia tras el que protagonizó su padre en los años 90. Luego de divorciarse de Naty Abascal en 1988, el entonces duque de Feria, Rafael Medina y Fernández de Córdoba, comenzó a consumir grandes cantidades de cocaína y de alcohol y a frecuentar famosos prostíbulos de Sevilla.

Cumplió condena de nueve años de cárcel por tráfico de drogas y el rapto de una niña de 5 años, un asunto muy turbio del que ya no levantó cabeza.

Luis Medina, investigado por estafa agravada, falsedad documental y blanqueo de capitales en la venta de material anticovid al Ayuntamiento de Madrid.

Compartir el artículo

stats