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Antonio Papell

Francia, cerca del abismo

Como estaba previsto, Macron venció por escaso margen a Le Pen en las primarias francesas del domingo, mientras se hundían definitivamente el centro derecha y el centro izquierda tradicionales, lo que da opciones de victoria a la formación de extrema derecha, Ressemblement National (RN), una versión edulcorada del Front National (FN) que creó el padre de Marine y que llegó al borde del negacionismo del Holocausto, un delito gravísimo en la mayor parte de la Vieja Europa que sufrió los excesos del nazismo alemán y del fascismo italiano. FN, como en menor medida RN, era un partido xenófobo, racista y ultranacionalista, partidario de que Francia saliese de la UE. Hoy, Marine Le Pen es simplemente euroescéptica pero mantiene agravadas sus señas de identidad nacionalistas: pretende celebrar un referéndum sobre inmigración para incluir en la Constitución la «prioridad nacional» (Francia, para los franceses), una actitud que choca frontalmente con le espíritu de la Constitución francesa.

Le Pen ha sido además defensora y amiga del régimen de Putin; defendió la legitimidad del referéndum adulterado con que Rusia se adueñó de Crimea y ha aceptado créditos abundantes de Moscú para financiarse, con el argumento de que los bancos europeos discriminaban también a RN con un cordón sanitario. La guerra de Ucrania ha puesto a Le Pen en un compromiso, saldado con el débil criterio de criticar la agresión pero no a Putin y de mantener que hay que ayudar a los ucranianos. Curiosamente, a medida que se ha endurecido la guerra en Ucrania, han descendido las expectativas electorales del otro candidato de extrema derecha, Zemmour, sin que se hayan resentido las de Le Pen. Zemmour, mucho más exaltado que Le Pen, ha ‘centrado’ además a esta candidata ante la opinión pública.

El drama de Francia es que, si bien durante décadas se ha mantenido en torno a Le Pen un cordón sanitario, este se debilita porque los extremistas han tenido la inteligencia de moderar su discurso. Los mismos que han defendido el cierre de fronteras, la expulsión de los inmigrantes, la discriminación positiva de los franceses de origen sobre los demás, la salida de la UE, etc., han conseguido mejorar su reputación de tal modo que el 53% de los encuestados franceses cree que Marine Le Pen está «comprometida» con los valores democráticos y el 42% la ve como una buena presidenta de la República, según un sondeo reciente del Ifop. El populismo radical neofascista se ha mitigado, pero la esencia permanece. La solución está en manos de Mélenchon, cuyos seguidores deberían cerrar el paso a Le Pen en la segunda vuelta.

Francia está sumida en un gran malestar, a pesar de que sus indicadores económicos son de los mejores de Europa, ha salido de la recesión de 2008 con solvencia y ha resuelto la crisis sanitaria de la covid gracias a la fortaleza del Estado francés. Pero según el barómetro de confianza política del Centro de Investigaciones Políticas de Sciences Po (oleada 12 febrero 2021), un 60% de los franceses considera que la sociedad es injusta, un 55% que la democracia no funciona bien, un 59% no confía en la institución presidencial, un 79% desconfía de los partidos políticos, un 80% piensa que los representantes políticos no se preocupan de lo que piensan los ciudadanos, un 65% considera que los responsables políticos son más bien corruptos... Resultado: un 49% de los franceses declara que ha dejado de interesarse por la política.

En este trance psicológico, una gran parte del país está prestando oídos a soluciones iliberales que alientan la nostalgia en una Europa singularizada, autosuficiente, que podría sustituir la democracia parlamentaria por otras fórmulas de democracia directa, participativa y/o deliberativa. Un precedente próximo fue el fenómeno de los chalecos amarillos, confrontado con el proceso consultivo del Gran Debate Nacional organizado durante los tres primeros meses del 2019 para salir de aquella crisis y que propició un debate con cerca de dos millones de ciudadanos sobre los grandes temas sociales (ecología, reforma del Estado, fiscalidad, democracia y ciudadanía). Hoy, Francia está tomando decisiones sobre una dirección de avance que influirá decisivamente en el porvenir de todos los países de Europa.

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