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JOrge Dezcallar

La política exterior exige consenso

Dice el refranero que el infierno está empedrado de buenas intenciones. El presidente Sánchez ha regresado de Marruecos después de una cena en la que el rey Mohamed VI ha desplegado toda la hospitalidad que los marroquíes son capaces de ofrecer cuando quieren y que es mucha. Al compartir con Sánchez la colación nocturna que rompe el ayuno de Ramadán, el monarca ha querido sin duda compensarle de la soledad y los sinsabores que su giro sobre el Sáhara Occidental le han producido en España.

La política exterior debe ser de consenso porque en caso contrario se debilita, carece de estabilidad y entra en contradicción con la existencia de intereses permanentes del Estado. Se puede cambiar cuando estos intereses lo hacen -y quizás el contencioso del Sahara lo aconseje- pero siguiendo las pautas establecidas que exigen consenso. Y aquí no ha habido consenso sino desacuerdos sonoros que se han puesto de relieve en la proposición no de ley adoptada en el Congreso que ha dejado clara la penosa soledad del PSOE en este asunto. Esto nos debilita como país y deja tocado el viaje presidencial a Rabat porque inspira desconfianza. ¿Qué puede suceder si un día gobierna la vicepresidente Yolanda Díaz o el sr. Núñez Feijoo? ¿Mantendrán este cambio o regresarán a la postura que hemos mantenido durante los últimos 47 años? Los países serios no hacen estas cosas. Pero es que además el presidente se ha excedido en sus competencias porque de acuerdo con el artículo 69 de la Constitución la fijación de la política exterior corresponde al gobierno y no a su presidente, cuyas funciones son las propias de un primer ministro pues España no es una república presidencialista sino una monarquia parlamentaria. Y ni el gobierno ni la oposición fueron informados. Tampoco los partidos que apoyaron la investidura de Sánchez con un programa del PSOE que hablaba de autodeterminación. Se sienten engañados y por eso la clase política ha reaccionado con indignación y la ciudadanía con sorpresa y desasosiego. Ni lo entienden ni están de acuerdo.

Y no porque la idea de autonomía propuesta por Marruecos sea mala, al contrario. Puede ser una buena idea para resolver el contencioso porque está a mitad de camino entre la independencia que pretende el Frente Polisario y la anexión a la Crimea que quieren muchos marroquíes. Porque estoy convencido de que Marruecos nunca hará un referéndum y además nadie se lo impondrá. Y porque también creo que nunca habrá un Sáhara independiente frente a Canarias en una zona del mundo, el Sahel, donde los problemas aumentan con cada día que pasa. El único inconveniente de la propuesta de autonomía radica en el pequeño detalle de que una de las partes no la acepta y en consecuencia queda fuera de la legalidad onusiana que, no lo olvidemos, exige un referéndum o, al menos, un acuerdo entre las partes.

Tengo un gran afecto por Marruecos, donde fui embajador, y creo firmemente que una buena relación favorece los intereses de España y de Marruecos y que a ambos nos irá mejor si al otro le va bien. En este caso el giro dado por Pedro Sánchez en relación con el Sáhara Occidental mejorará el ambiente con Marruecos (mientras lo empeora gravemente con Argelia) y es probable que ahora Rabat controle mejor las muchas pateras que salen de Dakhla rumbo a Canarias, que han experimentado un fuerte aumento durante el último año, o los asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla (por no hablar de la «invasión» de Ceuta por parte de 10.000 marroquies -muchos de ellos menores- en mayo pasado), o que aflojará el cerco tendido desde hace un par de años sobre Ceuta y Melilla con intención de asfixiarlas económicamente. Todo eso es positivo, como lo será abstenerse de acciones unilaterales en aguas de Chafarinas o en la zona marítima no delimitada entre Marruecos y Canarias, y la restauración de comunicaciones normales entre ambos países. A mí lo que me cuesta aceptar es que premiemos a Marruecos por dejar de hacer lo que nunca debió hacer en primer lugar. Porque la impresión que da el cambio de postura del sr. Sánchez es que ha cedido ante la presión de Marruecos y dar imagen de debilidad es una fórmula infalible para tener problemas en el futuro. Quisiera equivocarme.

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