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Antonio Papell

La pobreza de las naciones

La riqueza de las naciones, la gran obra de Adam Smith (1776), es la génesis de la economía moderna, que indaga en los mecanismos de los procesos económicos para tratar de influir en ellos, mitigar las crisis, aprovechar las ondas expansivas y, a fin de cuentas, proporcionar la mayor prosperidad posible al conjunto de la ciudadanía.

Pero hoy toca hablar más bien de pobreza. Porque como probablemente sabrá el lector, un consejero de la Comunidad de Madrid criticó recientemente una encuesta de Foessa —Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada, que se constituyó en 1965 de la mano de Cáritas Española para conocer de forma objetiva la situación social de España— sobre la Comunidad de Madrid. El estudio que se ha presentado ha sido desarrollado por 30 investigadores de 10 universidades y entidades de investigación, y revela que en la CAM un millón y medio de personas se encuentran en situación de exclusión social. Esto supone cinco puntos más que antes de la pandemia (del 17% en 2018 al 22%), es decir, 370.000 personas más en exclusión social. Es especialmente grave el aumento de las personas en situaciones más difíciles, con un aumento del 25% de la exclusión severa, que alcanza ya a 800.000 personas. El análisis también indica un aumento de la desigualdad entre los más pobres, que han visto reducidas sus rentas un 22%, un porcentaje que contrasta con el crecimiento del 18% de las rentas de las personas con mayores ingresos. El desplome de rentas del quintil con menores ingresos explica el aumento de la pobreza severa.

El mencionado político, que alardea de liberal junto a Ayuso, ironizó sobre estas cifras inquietantes ya que él, por más que miraba, no veía tantos pobres a su alrededor. Y para dar consistencia plástica a su rechazo, se volvió para mirar hacia abajo, por si se le había escapado una parte del paisaje. El político que adoptó tan dudosa actitud debe considerar, sin duda, que pese a todo el país está sano, crecemos a buen ritmo y la preocupación por los menos favorecidos, que sugiere prácticas redistributivas, impuestos suficientes y mecanismos de nivelación e integración, no hace más que desbaratar la ortodoxia cartesiana del monetarismo.

Los datos que aportan periódicamente Foessa y el INE son fruto de sesudas y grandes encuestas, están contrastados y de ellos responden los especialistas, la universidad y la cátedra. El INE, en concreto, ha diseñado un indicador, la TASA Arope, una combinación de parámetros que se plasman en un porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social. El último análisis realizado en todo el Estado, de 2020, constata que la tasa AROPE aumentó al 26,4% desde el 25,3% de 2019. El 7% de la población se encontraba en 2020 en situación de carencia material severa, frente al 4,7% del año anterior. Los estudios parciales posteriores sugieren que la situación se ha agravado, por la prolongación de la pandemia cuando todavía no se habían remontado completamente las consecuencias sociales de la crisis 2008-2014.

La tasa AROPE, y las demás asimiladas con ella en el ámbito internacional, va mucho más allá que los grandes indicadores (PIB per capita). En concreto, se considera que se halla en situación de carencia material severa quien vive en un hogar que declara carecer de al menos cuatro elementos de los nueve de esta lista: vacaciones una vez al año; comida de carne, pollo o pescado al menos una vez cada dos días; temperatura adecuada en la vivienda; capacidad de afrontar gastos imprevistos de hasta 750 euros; retrasos en el pago de gastos relacionados con la vivienda principal o en compras a plazos; tenencia de automóvil; teléfono; televisor; lavadora. Esas personas que el funcionario de la CAM no veía pertenecen a estos colectivos desintegrados, que están en la base de la desafección social, al borde de la desesperación y lógicamente dispuestos a seguir ciegamente al populismo. Con una particularidad: el consenso económico más moderno ya defiende la tesis de que existe una relación directa entre la productividad y la lucha contra la desintegración y la pobreza. Es, pues, imposible apostar por el crecimiento y la prosperidad si no se tiene un gran cuidado en reducir a la vez la pobreza de las naciones.

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