El crecimiento acelerado que muchos barrios de Palma experimentaron en la segunda mitad de siglo pasado dio forma a la ciudad que hoy conocemos. El boom turístico, y su consecuente demanda de mano de obra, provocó la llegada de miles de trabajadores en un corto periodo de tiempo. Forzando un desarrollo urbano cuyo patrón vino marcado por la necesidad habitacional del momento. Algunos barrios, como el de Pere Garau, son el testimonio vivo de aquella época, que sustituyó las casas bajas por bloques de pisos, trajo la electricidad en la vía pública y asfaltó las calles. Pero también supuso un modelo de crecimiento que colapsó la barriada, anegando todos los espacios, y provocando que a día de hoy sea el vecindario que cuente menos zonas verdes e infraestructura de servicios. Modelos de organización que en la actualidad chocan con los estándares de calidad de vida que consideramos que deben tener las ciudades del siglo XXI.

Si hacemos un repaso a las intervenciones del Ajuntament en los últimos 25 años para remediar la situación, podemos observar que estas se han limitado a reformas puntuales que nunca han abordado sus problemas estructurales. Como la reforma de la Plaça Miquel Dolç en el año 2010, o posteriormente la de la Plaça de Ses Columnes; necesarias reformas que a pesar de todo no alteraron el uso del espacio, en el que el peatón juega en desventaja frente al poder del coche. Actualmente, y tras mucha espera, parece que el Ajuntament se ha decidido a rediseñar la organización urbana de la zona en aras de ganar más espacios comunes para los residentes. Invirtiendo más de un millón y medio de euros a través del llamado Plan Renove de Pere Garau. Del que ya podemos empezar a ver su aplicación en importantes rehabilitaciones, como la de la Plaça Guillem Moragues con el ensanche de sus aceras, que ha permitido ganar espacio reduciendo el impacto del coche. Haciendo posible que por primera vez la plaza cuente con una zona ajardinada y bancos en los que poder descansar.

Pero si algún proyecto está realmente destinado a transformar estructuralmente el barrio ese es sin duda eje cívico de Nuredduna, que a fin de cuentas será el primer paseo completamente peatonal de Pere Garau. El primer, y de momento único, espacio real de transformación urbana que se adaptará a los cánones actuales en los que se encuadran los barrios de las principales urbes europeas. Un paseo para los residentes, en el que la presencia de árboles y la ausencia de coches tratarán de hacer del barrio una zona más respetuosa con el medio ambiente, más comprometida con la lucha contra el cambio climático y la pureza del aire que respiramos. Sin duda la materialización de un modelo de ciudad no sólo más verde, sino que también entienda la relación de los barrios periféricos con el centro histórico como un todo, en el que Palma y sus habitantes salen ganando.

Una apuesta valiente que no obstante podría haber sido aún más ambiciosa extendiendo el eje hasta la Plaça del Mercat de Pere Garau, y continuando para terminar en la Plaça Miquel Dolç. Proyecto que hubiera supuesto un profundo golpe de efecto, vertebrando el barrio y conectándolo en su totalidad con el centro. Además de haber podido sumar paralelamente la prestación de servicios que de momento no parece estar prevista. Pero tiempo al tiempo.

A pesar de todo lo positivo, los cambios en las ciudades siempre traen consigo fricciones sociales. Es sabido que no son pocos los grupos de acción vecinal que han surgido como reacción a la agenda de Cort, agitando el miedo de la gentrificación. Asociando cualquier mejora del espacio público con la llegada de alquiler turístico y la especulación.

Argumentos algo forzados si atendemos a las características específicas de la zona, y que como alternativa al cambio tan solo proponen el inmovilismo y la resignación ante las carencias que padece el barrio. Posicionamientos de grupos muy mediáticos pero con poca presencia a pie de calle, y que chocan con el sentir general de la mayoría de los vecinos y vecinas de Pere Garau; los cuales aprueban este proceso de transformación a mejor que tanto ha tardado en llegar. Y es que muchas de las demandas históricas del barrio parecen ser por fin escuchadas, haciendo que los que vivimos en él dejemos de sentir que somos siempre los grandes olvidados de la administración municipal. En resumidas cuentas nos encontramos ante un programa de revitalización sin precedentes que pretende actualizar la zona para hacerla más accesible, cómoda y habitable para todos. Un proyecto que pretende volver a dar vida a una barrida icónica de nuestra ciudad, fijando las necesidades de los vecinos y vecinas como su principal objetivo.

Articulando soluciones que den respuestas a su pequeña sociedad diversa tanto en lo social como en lo cultural; y que muy a menudo carece de espacios comunes en los que encontrarse que distensionen el paisaje de cemento.